«Distancia de rescate»: los hipnóticos miedos de una madre
Claudia Llosa presenta en el Festival su nuevo y potente filme
Hay mucho de adivinación poética parcialmente extraída del realismo mágico en «Distancia de rescate», el nuevo trabajo de Claudia Llosa con el que la directora de origen peruano agitó ayer el ánimo de los presentes durante la cuarta jornada del certamen donostiarra. En la película, que compite en la sección oficial, también hay mucho de oscuridad indescifrable y de belleza envenenada para relatar la asfixia de una madre, Amanda, que podría ser todas las madres del mundo.
«Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del auto y llegar hasta ella si se cayera a la pileta. Es la distancia de rescate. Así llamo al hilo que me ata con mi hija. Me paso la mitad del tiempo calculando esa distancia», narra en off María Valverde (Amanda) para principiar el relato –adaptación de la novela de Samanta Schweblin– protagonizado por dos mujeres que son vecinas ocasionales y viscerales, cada una con sus diferentes manejos de la contención.
Obsesión por el detalle
Valverde aterriza en una casa de campo a las afueras de un pueblo argentino para pasar unos días de vacaciones con su hija pequeña y su marido cuando, de forma inesperada, después de que ellas lleguen primero al destino, Amanda conoce a Carla (interpretada por Dolores Fonzi), una involuntariamente atractiva y atormentada mujer cuyo hijo, David, pasó por una experiencia traumática relacionada con la contaminación de las aguas que circundan los alrededores de las viviendas. Explica Llosa que pese a las dificultades de adaptar una novela que todos los que estaban a su alrededor parecían ver menos ella, el flechazo por las capas más intrincadas de la obra fue inmediato: «Samanta recorría espacios que sentía tan propios…como la complejidad de lo femenino, la maternidad, la exploración del universo mágico al mismo tiempo anclado en lo real, lo psicológico, en estas dos mujeres que comparten y conversan sobre sus miedos, sus vacíos, que se contagian, se embelesan, se intoxican y recorren esta especie de estado febril que parece hablarnos del mundo en descomposición en el que vivimos».
Como añadido a la alternancia de flashblacks, flashblacks, que ayudan a ordenar el ritmo de las sensaciones que manifiesta Amanda, y el apoyo de la voz en off, la realizadora se sirve de la «obsesión por lo detalloso y la forma en la que cuidamos nuestro entorno» para articular la película. Cuando le preguntamos por el concepto que da nombre a la cinta, la directora de «La teta asustada» comenta que «esa distancia de rescate siempre va a estar y es perpetuo, visceral, incontrolable, pero paradójicamente el individuo solamente se construye como tal desde la separación de la madre. Por eso el equilibrio de cómo gestionar esos miedos, va a ayudar en el proceso de independización del niño y de creación de su propia individualidad». Dice Llosa además, que «la verdadera transformación en las relaciones sociales se da con la transformación en el campo de lo simbólico. Por eso para mí es tan importante que nos repreguntemos temas políticamente incorrectos todo el rato».