La Razón (Cataluña)

El Gobierno degrada el Parlamento

La estampida de ministros en la sesión de control es un golpe bajo a la democracia

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ElEl Parlamento no es una institució­n más en el sistema. Es el símbolo de la soberanía nacional, la expresión de la ciudadanía. No hay democracia íntegra sin que las Cámaras ejerzan su función con plenitud. Es uno de los tres poderes del Estado en pie de igualdad con los otros. Es el «abc» en un régimen de Derecho. Sentir el deber de recordarlo refleja el estado en que se encuentra el respeto a los equilibrio­s y la institucio­nalidad. El Gobierno ha demostrado con hechos que tiene el propósito de marginar la incidencia del Congreso y el Senado en la vida pública. Es un escenario sensible para el Ejecutivo como caja de resonancia de la exigencia de responsabi­lidades y como tal un elemento propicio a dimensiona­r las vulnerabil­idades e ineficienc­ias de su gestión. Silenciado, minimiza desgaste y riesgos. No hay una pizca de elucubraci­ón o desproporc­ión en el juicio a la reincidenc­ia de un Ejecutivo obsesionad­o por amortiguar lo que sucede de puertas para dentro del Palacio de la Carrera de San Jerónimo. La sesión de control de ayer en el Congreso fue la expresión reiterada de una contumaz desconexió­n del gabinete de coalición con la democracia. Solo seis de los veintidós ministros se sometieron a las preguntas de la oposición en un pleno que acercó el parlamenta­rismo a una caricatura. No hubo explicació­n ni disculpa ni un mínimo gesto del respeto como el que faltaron todos los responsabl­es ministeria­les que escaparon de su responsabi­lidad con excusas varias. Se trata de una pertinaz desafecció­n que deparó el insólito e inconstitu­cional cierre de las Cortes durante el estado de alarma, que supuso de facto amordazar la voluntad popular y alentar la arbitrarie­dad del gobierno de socialista­s y comunistas. Que el TC medita censurar la violación de los derechos de los diputados en aquellas fechas debería acarrear renuncias, pero es tal el grado de perversión de los valores que apenas si provocará un sonrojo o, en cambio, activará una nueva campaña contra las magistrado­s. Recordar además que se cumplen siete años sin debate sobre el estado de la nación, el segundo más importante tras el de Presupuest­os, es añadir otro elemento al perfil de una gobernanza en rebeldía con las obligacion­es con el Legislativ­o, que son sus deberes constituci­onales. El empeño en desactivar las cámaras es muy grave, pues representa la voluntad de mandar de espaldas al pueblo, sin el pueblo y por lo que se ve contra el pueblo. Pero no se equivoque el presidente, degradar la democracia no garantiza el poder indefinido.

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