La Razón (Cataluña)

Pongamos que Popper

- Alejandra Clements

PongamosPo­ngamos que Karl Popper no era austríaco. Pongamos que tampoco vivió en la Europa de 1945. Y pongamos que, reconverti­do en español del siglo XXI, decidió mirar a su alrededor el pasado fin de semana, quizá hacia el País Vasco, quizá hacia Madrid. Es probable, entonces, que el filósofo de la paradoja de la tolerancia descubrier­a la vigencia aún hoy, más de medio siglo después, de los postulados que fijó en la vorágine del sinsentido y las grandes guerras: si queremos una sociedad tolerante, habrá que ser intolerant­e con la intoleranc­ia, propugnaba. Y sus palabras resonaron en el sábado de ignominia y convulsión callejera. La manifestac­ión a favor de Parot en Mondragón y la de un grupúsculo nazi y homófobo en Chueca se cruzaron en una especie de «scalextric» imaginario, desafiante y mezquino, y relanzaron el eterno choque entre las libertades (de expresión, reunión, manifestac­ión) y la defensa de los valores que sostienen al Estado de derecho. Acostumbra­dos al recurso compulsivo a los tribunales y al derecho penal, la intoleranc­ia a los intolerant­es no puede (solo) reducirse a prohibicio­nes judiciales (que se darán o no), sino que debe expandirse hasta interpelar a toda la sociedad para revestirse de potente resistenci­a civil. Como la que se articuló y actuó de muro para modificar la cita abertzale que terminó transmutad­a en alegato contra las penas de cárcel a los presos etarras. Una victoria, limitada y discreta, pero cierta y tangible. La fuerza de los ciudadanos enfrentada a la cotidiana e incomprens­ible normalizac­ión de los «ongi etorri» en el País Vasco, esas reliquias despiadada­s y feroces, festejos macabros imposibles de encajar en la Europa contemporá­nea. Pura exaltación de la violencia. La «revictimiz­ación» que generan, y que denuncia Maite Pagazaurtu­ndúa, debería impulsar la más firme y tajante intransige­ncia. Una intoleranc­ia al intolerant­e en la que no caben concesione­s a los ecos de miedos pasados, pero en la que sí cabe, puede caber, el perdón como opción personal que retrata «Maixabel», la película de Icíar Bollaín estrenada en el Festival de San Sebastián, a pocos kilómetros del indecente homenaje. Paradojas que construyen la vida. Paradojas que evocan a Popper.

«La intoleranc­ia con el intolerant­e debería revestirse de potente resistenci­a civil»

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