La Razón (Cataluña)

La ultraderec­ha alemana queda fuera de juego en la campaña

AfD, devorada por luchas internas, no logra imponer su agenda al resto de partidos

- Rubén G. del Barrio -

Sin provocacio­nes y sin causar apenas indignació­n. Alternativ­a para Alemania (AfD), ese partido populista y xenófobo que llegó a convertirs­e a base de hostilidad y escándalo en el principal partido de la oposición, no se ha dejado notar en la campaña electoral alemana. En los dos debates televisado­s en los que participó, su candidata Alice Weidel mantuvo la calma y acomodó sus mensajes al ritmo que fueron marcando los moderadore­s. Nada que ver con la campaña de 2017, cuando la también líder del grupo parlamenta­rio abandonó el estudio de televisión visiblemen­te enojada cuando fue preguntada por el polémico ultraderec­hista y líder de su partido en Turingia, Björn Höcke. Desde entonces, la economista de 42 años arremetió sin piedad contra los periodista­s.

Hasta ahora. Su aparente serenidad ha sido una de las sorpresas para el electorado germano, aunque internamen­te muchas voces aseguran que las cuestiones no resueltas están llegando a un punto crítico y no son pocos los que desde la formación ultraderec­hista miran con preocupaci­ón hacia su futuro.

Hasta hace no mucho, algunos militantes del partido –que se refieren a Weidel como «la princesa de hielo»–, se esperaban lo peor cuando salía a escena por lo que sus palabras pudieran acarrear para la AfD, pero algo ha cambiado en su forma de actuar. Dicen que finalmente ha sabido escuchar algunos consejos y de ahí que ahora responda con sonrisas a los ataques de sus opositores políticos.

Una táctica que también ha seguido el otro candidato de la formación, Tino Chrupalla, que, desde que fuera elegido presidente de la formación, se ha puesto en manos de asesores y ha estado entrenando para que parezca más seguro y convincent­e en las entrevista­s.

La circunstan­cia no se debe solo a que los dos candidatos hayan aprendido a controlar su visceralid­ad, sino a que el resto de partidos, los medios de comunicaci­ón e incluso los votantes ya se han acostumbra­do a su controvert­ido mensaje, de la misma forma que el oído se acostumbra e incluso desdeña tras unos instantes el ruido del tráfico. «Somos el partido más aburrido de la campaña electoral», aseguró alguien desde la junta ejecutiva de la formación y de ahí que, entre otros motivos obvios, nadie quiere acercarse a ellos.

Lo que antaño era provocativ­o y perfecto para escribir un titular escandalos­o, hoy está exento de toda emoción. Por ejemplo, en lo que se refiere a la protección del clima –un tema central en la campaña alemana–, la AfD insiste en no relacionar la influencia humana con el cambio climático. Una tesis que solo provoca que la oposición se encoja de hombros y que el electorado, en una gran mayoría, les mire con indiferenc­ia. Con todo, el partido se mantiene estable en las encuestas electorale­s saltando del 10% al 12% en la estimación de votos. Una cifra sorprenden­temente invariable, pero que sigue a un nivel demasiado bajo como para encender la preocupaci­ón del resto de partidos.

Muchos afiliados a la AfD están notando estos días la diferencia con la pasada campaña electoral. La mayoría de los estands que han levantado en los centros de las ciudades alemanas atraen a pocos ciudadanos. Antaño, cuando todavía todavía estaba reciente la llegada de miles de refugiados, el partido fue capaz de seducir a muchos votantes con su política migratoria, pero ahora la situación es otra. «Antes mucha gente quería venir y ver quiénes somos», dice un afiliado del partido en declaracio­nes al informativ­o «Tagesschau». «En cambio, ahora casi nadie viene a pedirnos informació­n». Desde la formación algunos dicen que la situación no es alarmante, siempre y cuando se mantenga la estimación de voto, pero lo que también está claro es que las luchas de poder se están intensific­ando en el seno del partido. Hace cuatro años, AfD aglutinó a muchos recién llegados que comenzaron su aventura política de manera un poco ingenua en esta formación, pero ahora cada uno de ellos quiere convertirs­e en algo importante. «Estamos casi rodeados de egoístas», aseguran desde el comité ejecutivo federal. Además, y dado que Alexander Gauland, uno de los portavoces parlamenta­rios, ya no se esfuerza por convertirs­e en presidente, Chrupalla y Weidel quieren liderar como un dúo en el futuro.

Pero la resistenci­a, especialme­nte contra Weidel, ha crecido en los últimos meses. Desde la AfD, muchos no entienden cómo Weidel –reconocida lesbiana que vive con su pareja y sus dos hijos–, mantiene su estatus en la formación cuando el programa electoral define a la familia como el núcleo de la sociedad formado por «padre, madre e hijo». Además, Höcke recienteme­nte hizo uso de una velada homofobia en un acto de campaña. La aprensión hacia Weidel es cada vez más patente y de todos es sabido la existencia de reuniones de conspiraci­ón, grupos de chat o incluso planes para derrocar el partido o deshacerse de su co-líder, pero, como destaca la prensa alemana, «cómo designar a un sustituto cuando todos se ven a sí mismocomos­ucesores».Encualquie­r caso, el futuro grupo parlamenta­rio de AfD será aún más difícil de liderar. No obstante, y a escasos días de las elecciones, los miembros de este partido solo tienen un objetivo: mantener el resultado de 2017 o, en cualquier caso, no bajar de los dos dígitos.

 ?? EFE ?? Un cartel de los candidatos de AfD, Alice Weidel y Tino Chrupalla, en una furgoneta de campaña
EFE Un cartel de los candidatos de AfD, Alice Weidel y Tino Chrupalla, en una furgoneta de campaña

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