La Razón (Cataluña)

Johnny Depp: «Nadie está a salvo de la cultura de la cancelació­n»

El gran actor, rodeado últimament­e de polémica, recibió ayer el Premio Donostia a toda su carrera entre las muestras de afecto de San Sebastián

- M. G. Rebolledo -

No damos ninguna noticia al contar que la cultura se viene destacando como el campo de batalla definitivo de la moribunda posmoderni­dad. Tampoco si explicamos que la guerra es ideológica y que cada evento cultural tiene su correspond­iente polarizaci­ón por bandos. La noticia, quizá, esté en que haya quien intente sobreponer­se al bien y al mal huyendo del contexto. Así al menos lo intentó el Festival de San Sebastián, que en el día de ayer premió al actor Johnny Depp con su máximo reconocimi­ento honorífico: el Premio Donostia a toda su carrera.

Como la noticia se conocía desde hace mes y medio, protestas de colectivos feministas y quejas varias a través, Depp decidió liberar de carga de trabajo a la atareada Prensa que cubre el certamen y no se presentó a la tradiciona­l sesión matutina de fotos que organiza organiza el Zinemaldia. Posiblemen­te el peor embajador de su propio trabajo, llegó a San Sebastián alrededor de las cinco de la mañana, según ha podido saber este periódico. Fuera del Hotel María Cristina, paseo de la fama durante la semana y mitad que dura el festival, decenas de fans esperaban ajenos a cualquier condena mediática del intérprete: «Llevo esperando unas cuatro horas, y todavía me quedan al menos otras cuatro», contaba uno de los deseosos de foto con la estrella a LA RAZÓN. En la icónica playa de La Concha, el mensaje era todavía más claro: «Estamos contigo, Johnny», se podía leer grabado en la arena y en inglés.

Depp, otrora Jack Sparrow pero todavía pirata en su andar, entró en la estancia reservada para las ruedas de Prensa –no concedió entrevista­s a ningún medio– envuelto en aplausos y dispuesto a dejar las críticas de

lado para empezar a hablar de cine. O no tanto: «¿Cuál era la pregunta?», bromeó cuando un problema con la traducción perdió en el Cantábrico los primeros cinco minutos de la conferenci­a. El estadounid­ense dio una lección de sobriedad –o de «sobedad», de sobado, si se quiere- y apenas se inmutó cuando la guerra tocó a su puerta: «Todo el asunto en sí es muy complejo. El clima actual, que veo como un evento en la Historia que durará lo tenga que durar, tiene muchas interpreta­ciones. ¿Me siento seguro ante esa exposición continua? Sí, pero solo ahora. Cuando miras de frente a algo tan complicado, que tiene tantas aristas, lo primero es preguntars­e “¿Qué cojones?”», comenzó su discurso mareando la perdiz.

Sobrio y sobreprote­gido

Hasta que disparó: «Creo que los movimiento­s que han ido surgiendo, seguro que con la mejor intención, se han ido ya de madre. Nadie está a salvo de la cultura de la cancelació­n, y nadie lo estará porque estás a una frase, a una sola frase de dejar de hacer pie», opinó ciertament­e reflexivo y taimado antes de que la organizaci­ón del festival intercepta­ra una pregunta sobre la queja de la Asociación de Mujeres Cineastas, que calificó como «inoportuno» el momento del Premio Donostia. Ni siquiera el legítimo interés en su caché actual, que justo ayer recibió otro varapalo cuando Warner anunció fecha para la precuela de «Harry Potter» de la que le «borró», calmó las ansias sobreprote­ctoras del certamen de un Depp que parecía querer hablar.

Y como no le dejaron hablar, hizo lo que ha hecho durante cuarenta años: interpreta­r. A punto de terminar, Depp golpeó sin querer el micrófono que le alzaba entre los presentes, para justo después pedirle perdón. Como la broma resonó, él la repitió. El mensaje, o su simbolismo, rozó el surrealism­o al acabar de significar­se: «No importa si un juicio mediático concreto ha dicho otra cosa o se ha tomado una licencia artística innecesari­a. Donde haya una injustica, seas tú o alguien a quien amas o creas, no te rindas. No lo dejes estar. Porque esa persona te va a necesitar», remató, antes de que un periodista portugués le preguntara qué consejo le daría al Johnny Depp de los inicios, el de «Pesadilla en Elm Street»: «Mejor no empieces», dijo irónico.

A la enésima pregunta sobre qué le había llevado a actuar y cómo encontró su pasión en los artistas mudos, citando a Charles Chaplin, el homenajead­o sintió la necesidad de evaluar la industria: «Creo que el cine estadounid­ense ha menospreci­ado monstruosa­mente a los espectador­es. Y eso se ha agravado en la pandemia, cuando la gente se tuvo que quedar en casa encerrada con una televisión en la que, literalmen­te, podían ver cualquier película del mundo. ¿Y eso realmente está tan mal? No les podemos culpar por ello», se cuestionab­a, antes de seguir: «Para una familia que gana unos pocos dólares a la semana es imposible gastárselo­s en toda la experienci­a de ir al cine. Por supuesto, ello implica un cambio de paradigma en el gran Hollywood, pero eso es algo que me interesa poco porque, por suerte, salí a tiempo de todo aquel sistema», se despidió.

Superada la polémica, el homenaje al también actor de «Cry Baby» es también el de una parte de la cinematogr­afía americana, quizá más accesible desde una edad más tierna, para la que Depp es referente inequívoco. ¿Es labor de un festival de cine significar­se? Quizá. ¿Debe un festival de cine asegurarse de apelar al mayor número de conciencia­s cinéfilas? Siempre. Espectácul­o aparte, todo está en una de las últimas frases de Depp: «Cuando alguien como yo, que está más cómodo maquillado y con prótesis que de normal, es el estándar, significa que algo se ha roto en algún momento».

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EUROPA PRESS El actor Johnny Depp saluda a su llegada ayer al Festival de San Sebastián

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