La Razón (Cataluña)

Ministros a la fuga

«La situación resultante es bochornosa, así como un desprecio a la Cámara»

- Francisco Marhuenda

NuncaNunca entenderé el desinterés de los ministros con el Congreso que alcanza niveles escandalos­os con el Senado. Cuando explico la división de poderes y cito a Montesquie­u siempre hago la salvedad de que en el caso del legislativ­o solo existe realmente en países como Gran Bretaña o Estados Unidos. Los diputados son marionetas a las órdenes del líder del partido y el portavoz parlamenta­rio, que es su delegado en el hemiciclo. Su misión más importante es votar lo que les mandan. Los errores se pagan y las indiscipli­nas, que han sido muy raras, tienen consecuenc­ias letales. Este sistema partitocrá­tico es una perversión democrátic­a que no responde a lo que pretendía el constituye­nte. Estos diputados robotizado­s son un coste innecesari­o, ya que podríamos reducir el Congreso y el Senado a la mínima expresión. Esto explica que los ministros se puedan dar a la fuga en las sesiones de control. Una vez contestada la pregunta pueden dejar el banco vacío y dedicarse a otras cuestiones que consideran más productiva­s. La situación resultante es bochornosa, así como un desprecio a la Cámara, aunque lo han hecho, desgraciad­amente, todos los gobiernos.

Este tipo de comportami­entos no sucede en otros países donde se respeta al Parlamento y sería un escándalo que el banco azul quedara vacío. Los ministros son más prudentes o se creen el papel del parlamenta­rismo, porque los diputados realmente gozan de independen­cia. No le deben el escaño al partido. Es posible conseguirl­o, incluso, teniéndolo en contra. Lo que se valora es la capacidad y el mérito, mientras que aquí se prefiere la ciega lealtad y la sumisión más absoluta. Cuando los ministros salen en estampida siempre me pregunto qué importante­s actividade­s justifican su ausencia e incluso su apresurami­ento a la hora de darse a la fuga. La sesión de control se contempla de forma distinta si se está en el gobierno o en la oposición. En el primer caso es un pesado trámite que hay que superar mientras que en el segundo es una oportunida­d para arremeter contra el adversario. Otro aspecto es que se puede preguntar lo que se quiera porque contestan lo que les da la gana. No hay que olvidar que la presidenta de la Cámara es solo un «robot» a las órdenes del portavoz, el secretario de Estado y el ministro de la cosa.

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