«EL AUGE DE LOS DISCURSOS Y ACTITUDES DE ODIO IMPREGNA LA ESFERA PÚBLICA»
NuevoNuevo encuentro entre el Gobierno, con el ministro Félix Bolaños al frente, y un habitual de estas lides como es Rafael Simancas, con los diputados de EH Bildu. Lo politicamente correcto dicta que esa imagen de los representantes representantes de todos los españoles con los legatarios del proyecto terrorista que anegó de sangre inocente el país contribuye a normalizar una nueva etapa en la vida española sin la presencia de ETA. Todo esto es el andrajo que vende Moncloa y sus satélites para que los ciudadanos traguen el sapo y acepten sin más que resulta positivo que los adalides del proyecto de los terroristas estén en las instituciones y no con las pistolas y los coches bomba. Pero no. Esta gente no ha condenado un atentado ni ha colaborado en resolver los 300 asesinatos sin culpable y lo que es peor justifica aún hoy la actividad criminal. Así que no puede puede ser un acto corriente una reunión de esas características ni una relación de igual a igual entre los que fueron víctimas y verdugos, especialmente porque los primeros son voceros del Estado, de la ciudadanía. Y ya si Aizpurua y compañía se arrogan la condición de arietes justicieros contra los delitos de odio de la ultraderecha por una sociedad más decente, la cosa es insufrible por dignidad. Porque unos días antes, los diputados proetarras o sus votantes, o todos ellos, participaron en los homenajes al mayor asesino de ETA, Parot, que simboliza mejor que nadie el odio y el mal. ¿Hay alguien normal que pueda poner en duda que el terrorista y sus compañeros habrían matado a cientos o miles de españoles si hubieran tenido la oportunidad? ¿Y que de igual forma que se aplaudió y se brindó por la vida arrebatada de un hombre, mujer o niño, se habría hecho cien, mil o dos mil veces más? ¿Hay mayor prueba de odio y resentimiento que honrar así las mentes genocidas? Aquí lo penoso es que nada podemos aguardar de la gentuza, pero no así del Gobierno, al que cabe exigir al menos un mínimo de integridad. Porque no puede valer todo, aunque lo parezca.