El LSD también era gallego
Dirección y guion: Sabela Iglesia y Adriana P. Villanueva. Música: Paulo Pascual. Sonido: Adriana P. Villanueva. Fotografía: Pilar Iglesias. España, 2021. Duración: 81 minutos. Documental.
El cine gallego, desde hace ya varios años e independientemente del género, se ha fortalecido a través del redescubrimiento; de esas nuevas miradas al paisaje, la niebla, el agua, los montes, la humedad, incluso el fuego («O que arde»), que se transforman en personajes determinantes muchas veces para las historias narradas y el resto de ellos, los humanos que las habitan. Porque no serían las mismas lejos de ese norte que también transitan los misterios, las leyendas y los mitos. Una tierra fecunda donde todo es capaz de nacer, de fecundar y expandirse. Incluso los hongos alucinógenos. Al cornezuelo, que tantos nombres distintos recibe allí, se le conoce también como el «oro negro», y existía desde tiempos medievales aunque hasta 1950 no se produjo su ensalzamiento por parte de la industria farmacéutica. Así, comenzó desde Galicia la exportación a países como Portugal y EE UU de un LSD rural que brotaba en los cereales (pero, sobre todo, el centeno) y que los campesinos recogían entonces para cambiarlos por unos necesarios billetes. A través de numerosos testimonios (desde los que afirman que era «puro veneno» hasta de quienes lo defienden porque ayudaban a las mujeres en el parto), y entre relojes rotos a martillazos y otros que todavía funcionan si alguien recuerda ponerlos en marcha (el tiempo, incluso el que ya no existe, siempre caprichoso), este excelente y poético documental no solo supone una revelación fascinante, también refleja una época tan perdida entre esa niebla como los enormes sacos del alucinógeno que hoy languidecen olvidados en viejos establos.