Las marcas del maltrato infantil
Verónica Molina publica su ópera prima, «Un segundo antes de la furia»
«Somos el resultado de nuestro pasado, de lo bueno y lo malo, de las circunstancias, de las personas que han estado en nuestra vida, y no debemos ocultarlo por sobrevivir o porque no nos guste. El adulto que somos se diseñó con el niño que fuimos, el pasado siempre está ahí, latente, y sale cuando menos esperamos», esto afirma Verónica Molina, que publica «Un segundo antes de la furia» (Planeta), ópera prima cuya lectura adictiva entra de lleno en la experiencia del maltrato y del abuso infantil y en algunas de sus consecuencias derivadas, como la violencia, el sexo compulsivo y salvaje o el abuso de poder. –¿Hay más abusos y maltrato infantil de lo que parece? –Hay mucha impunidad, que es lo peor, se tapa, no se habla ni siquiera en el seno de la propia familia donde se producen. Yo he tenido esa experiencia y por eso escribí la novela, para afrontar un problema que es un tabú. Hay que hablar porque las víctimas infantiles de abusos y violaciones quedan marcadas para el resto de sus vidas, de ellas depende que ese trauma no los convierta en monstruos, porque el trauma queda. –¿Debemos enterrar y olvidar los traumas?
–Hay que afrontarlos y superarlos, si no los sacas no sanas ni lo superas jamás, y si no lo compartes con otras personas y con quien haya pasado por lo mismo no encuentras la paz, es una inquietud que se queda dentro en un agujero negro revolcándose en la mierda toda tu vida.
–¿Su libro puede ayudar?
–No es de autoayuda, es una novela muy vitalista, muy optimista, y si su lectura ayudase a alguien que haya sufridos abusos, aunque sea a una sola persona, ya habría merecido la pena.
–¿Le ha servido de catarsis? –Sin duda, sin saberlo me ha enfrentado a ese monstruo que siempre me ha perseguido y me daba miedo, aunque cada uno tenga el suyo en su armario y no quiera abrirlo por miedo o vergüenza. Desde el minuto uno fue un proceso liberador, sacar los fantasmas del pasado ha sido muy doloroso, he llorado mucho, y, a la vez, también lo he disfrutado.
–¿La violencia puede ser una consecuencia? –Sin duda, de víctima pasas a verdugo, son dos caras de la misma moneda. Muchos jóvenes que hacen barbaridades son niños dañados que fueron víctimas, pero no es excusa para justificarla, esa es la cadena que hay que parar, que el maltratado se convierta en maltratador, porque si no la frenas te conviertes en un monstruo.
–¿Y el sexo fuerte y compulsivo daña? –También, el sexo malo, egoísta, vacío y sucio, donde no importa nada ni nadie. No aparece aquí gratuitamente, ni por erotismo, sino como como otra consecuencia del trauma, del veneno que Martina recibió, el sexo que no está al servicio de los sentimientos, sino como huida, como ansiolítico, como anestesia.