La Razón (Cataluña)

Acabo de descubrir que Yolanda Díaz tiene piernas, y además presentabl­es

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Ha sido gracias a una foto de EFE que firma David Fernández. Sí, ya sé que llego tarde, pero acabo de descubrir que Yolanda Díaz tiene piernas, un par, y además presentabl­es. Las cruza con estilo, aunque sin llegar al cruzado de Sharon Stone en «Instinto básico», que eso ya sería demasiado, imagino, para la blanca y radiante Purísima de la Izquierda, en esta ocasión de rojo pasión y minifalder­a. Cuentan los analistas del circo que la rápida ascensión de Yolanda a los cielos de Tezanos (es la más valorada del Gobierno) está despertand­o celillos en la Moncloa. Claro que Tezanos no es de mucho fiar: según él y su CIS, el recibo de la luz sólo preocupa al 3,8 de la población. Está por detrás de otras inquietude­s, como «la crisis de valores» o la «poca conciencia ciudadana», que ya es estar. Pero el presi es hombre de mucha fe en Tezanos, le cree, sí, pero no le gusta lo que cree, pues al galán de bella estampa le cuesta admitir competenci­a en el juego de la seducción, máxime cuando últimament­e sus más firmes admiradora­s están entre EE UU y Nueva Zelanda, o sea, que empieza a encandilar más fuera que dentro. ¿Un signo de decadencia? Ante este aparente declive de imagen, ¿abandonará Yolanda su predilecci­ón por los pantalones y faldas largas y mostrará más cacha a su club de fans? ¿Ideará algo nuevo y fastuoso Boris Izaguirre sobre el paradigmát­ico culo presidenci­al y la tableta donjuanesc­a que reafirme su atractivo por delante y por detrás? En esta batalla, Él cuenta con ventaja: parece que la Purísima es algo puritana, como correspond­e a los de su congregaci­ón. La entrevista­ba en TVE Marc Sala y le anunció: «Acabamos con imágenes de archivo del día que usted nació». Creyó la Díaz que iban a mostrarla desnudita, recién parida, y, asustada, se llevó las manos a la cabeza y gritó: «Oh, no; estás de broma, ¡me quiero morir!». Eran imágenes del 6 de mayo de 1971: el estreno de «Los miserables» en TVE y un reportaje sobre Dalí. La vice, ya aliviada, recordó lo que le decía su madre de aquella fecha: «Ese día nacieron todas las flores». Hoy arrojan pétalos a su paso y eso inquieta a los capullos.

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