Haciendo Camino con el AMI
La Razón fue uno de los medios invitados por Citroën para cubrir una etapa del Camino de Santiago con el AMI y yo fui el afortunado que la realicé. Una de las primeras, desde Labastida, en Navarra, hasta Ezcaray, en el corazón de La Rioja. Sobre el mapa, las dos poblaciones no están muy lejos, pero evitando autopistas y vías rápidas, se podía llegar al límite de kilometraje de la batería. Mi relevo tuvo lugar en un restaurante, desde cuya ventana asomaba el cable de carga conectado a un enchufe eléctrico de la pared. Con este coche (autociclo o lo que sea) no hacen falta ni «Wall-boxes» ni cargadores ultrarrápidos ni nada parecido ¡Un enchufe a 220 v y ya! Como la carrocería es de plástico, tiene el techo de cristal y pegaba el sol de lo lindo, comencé por abrir las dos ventanillas de compás tipo «2CV». Sólo que el 2CV también tenía techo descapotable de lona y una trampilla en la base del parabrisas que se abría… cosa que los ingenieros del siglo XXI han obviado. El AMI es enormemente ágil (tiene un gran radio de giro) y en cuanto se pisa el acelerador sale disparado. Lástima que al llegar a 45 km/h se quede ahí. En llano da lo mismo pisar a fondo que ir a punta de gas (que consume menos), porque de ahí no pasa… salvo que haya una cuesta abajo y cambiemos de Directa a Neutral. Entonces se queda en «punto muerto» y puede llegar a superar los 50 km/h ¡Comprobado! Los frenos, pese a las ruedas de pequeño tamaño y carecer de asistencia, paran perfectamente y, luego, se vuelve a engranar la Directa y se estabiliza a 45 de nuevo. Jugando con estos trucos se puede alargar muchísimo la duración de la batería. A mí me sobró un cuarto tras cubrir más de 60 Km. El problema del AMI en carretera es la velocidad diferencial con los demás vehículos. Hay que arrimarse al arcén en cuanto se acercan, porque pueden pensar que llevamos un coche normal que circula al doble de velocidad y alcanzarnos por despiste. Y los camiones… ¡te despeinan! Yo tuve una dura pugna con un ciclista que se picó… pero el motor eléctrico del AMI pudo más que sus riñones. Y luego con un tractor, hasta que se metió en un campo.
Lo más divertido fueron las carreteras comarcales (cuya ruta puede trazarse en el navegador del móvil, para mayor comodidad) y donde se comportaba más o menos como el 600 de mi niñez. No hay cuesta que no suba a 45 ni curva que no trace con aplomo.
Tener que dar el relevo en Ezcaray fue una lástima. Hubiera seguido dando vueltas por las carreteras de montaña hasta que me hubiera quedado sin voltios…