La Razón (Cataluña)

Heidi «vuelve» a Suiza en moto eléctrica

Alicia Sornosa, periodista, escritora y «moto-viajera» relata la «aventura» de viajar en moto eléctrica. La planificac­ión del trayecto es clave para no «tener sorpresas»

- POR ALICIA SORNOSA

SuizaSuiza es un pequeño país lleno de gigantes picos nevados, interminab­les lagos azules, ruidosas cascadas e infinitas vistas. El país de Heidi, lleno de curvas de asfalto impecable, con una infraestru­ctura perfecta para vehículos eléctricos que invita a rodar y rodar en silencio ¿»Pequeño» he escrito? Suiza es un país infinito. Todo empezó con una llamada: «Las motos están listas, puedes venir a por ellas». Era lo que estaba esperando, poder traer hasta el garaje de casa las dos Zero con las que emprender esta nueva aventura para descubrir el país de Heidi: Suiza.

Las dos Zero Motorcycle­s, una SF/R y SR/S estaban en la puerta del concesiona­rio de Madrid. Una con carenado y otra nacked. Nos explicaron el manejo básico de estas motos del futuro: no llevan embrague, no tienen palanca de cambios, solo el acelerador en el puño derecho y el freno en el mismo lado. No desprenden calor ni hacen ruido al arrancar. Parecía sencillo. Tienes cuatro modos de entrega de potencia y retención al soltar el acelerador predetermi­nadas (Rain, Eco, Street y Sport), aunque puedes programar tu propio modo.

Estaba claro, no parecía muy complicado su manejo y aunque pesaban más que una moto convencion­al del mismo tamaño, el centro de gravedad es tan bajo que casi se pueden quedar de pie sin la pata de cabra.

Un símbolo semicircul­ar en el display digital te hace saber que está lista para avanzar. Me extrañó no escuchar el ruido del escape y poder escuchar el de las ruedas sobre el asfalto. En marcha por carretera un suave zumbido te sigue, como si fueses uno de los «protas» de la película E-Tron. Giro, curva y suavidad, fácil de manejar. La informació­n en el display te dice cuánta carga de batería queda, cuántos kilómetros es capaz de recorrer a ese ritmo, cuánto gastas en cada empujón o cuánto recuperas en bajadas, el modo de condución que estás utilizando y pocas cosas más.

Una vez en casa comenzamos con la tarea de montar nuestras bolsas estancas, cincha aquí, otra allá, el ordenador en su propia bolsa y los cascos Bell, con el Midland (el intercomun­icador) puesto. Ya sólo me quedaba bajar unas seis aplicacion­es para poder encontrar los cargadores y utilizarlo­s.

Día 1 Madrid-Zaragoza KM recorridos: 365 Nº de cargas en ruta: 2

Ya estábamos en marcha, temprano para no pillar mucho calor y algo nerviosa. No por el comportami­ento de la Zero, que es excelente y enseguida se hace uno a ella, sino por el tema de cargar de energía la batería, su duración y saber cuántos kilómetros podríamos recorrer. Empezamos por la autopista, muy despacio ya que veía como el porcentaje de energía se iba reduciendo a cada minuto. La velocidad de 80 km/h por autopista no es la más adecuada. Los camiones nos pasaban casi por encima y el paisaje es horrible. A la altura de Sigüenza teníamos marcado el cargador para la primera parada. Salimos de la autopista y nos dirigimos a un restaurant­e en medio de la nada, al lado de la rotonda de salida de la autopista. Nos encontramo­s con unas camareras que cerraban en 30 minutos la cocina y un vehículo híbrido recargando en uno de los dos cargadores. Pedimos un bocata y un refresco y me puse a charlar con el dueño del coche para que me explicase su experienci­a. Acabé descargand­o 6 apps para poder utilizar los distintos cargadores que me encontrarí­a, además de las dos que ya llevaba junto a la tarjeta de recarga y los «token» de una de ellas (unos llaveros con microchip).

En algo más de 40 minutos al sol, las motos estaban listas para continuar camino, esta vez, por carretera nacional, hasta Zaragoza.

En dos largas horas estábamos entrado en la ciudad maña. Tuvimos suerte, el grupo de gasolinera­s Zoilo nos invitó a visitar una de sus electrolin­eras, así que pudimos volver a cargar en el momento. Ese cargador era ultra-rápido y en menos de 30 minutos estaban las dos monturas «a tope de power».

Día 2

Zaragoza-Tarbes (Francia) KM recorridos: 287

Nº de cargas en ruta: 2

Despertamo­s temprano para evitar el calor del desierto de los Monegros y trazar rumbo hacia los Pirineos. La idea era cruzar a Francia este mismo día y una vez allí bordear el parque natural con el mismo nombre en la parte francesa. Nada de autovías ni autopistas, donde la moto se descarga rápidament­e y no disfrutamo­s del paisaje. Decidimos buscar un punto de carga en España y el siguiente ya en Francia, con la idea de que en el país vecino, los cargadores estarían más a nuestro alcance. Craso error. El sistema de recargas francesa está tan en pañales como el español. En Sabiñánigo encontramo­s varios enchufes de un centro comercial, pero cargaban tan despacio que tras 30 minutos de espera, decidimos irnos de allí y dejar de perder el tiempo. Decidimos rodar un poco más hasta Jaca.

Allí nos llevamos una grata sorpresa. El Ayuntamien­to de esta localidad disponía de forma gratuita de dos puntos de carga rápida (Type2 o Menenkes) perfectos para nuestras monturas. Además, cosa extraña, no estaban escondidos o dispuestos en medio de la nada, a las afueras de la ciudad o en un descampado; estaban en una plaza céntrica, a la sombra y rodeados de cafeterías y terrazas. Decidimos comer allí hasta cargar al cien por cen las baterías.

En ese momento decidimos también reorganiza­r el equipaje. Estábamos usando dos de las tres maletas estancas que nos facilitó SWMotech y la moto SR/S, la carenada, llevaba montada unas laterales duras de plástico. Estas maletas rompían la aerodinámi­ca de la moto y nos hacían perder mucha energía por rozamiento con el aire, así que sacamos la tercera estanca, metimos allí los cables de carga y dejamos las maletas en una cafetería que amablement­e guardaron hasta que las recogieron al lunes siguiente.

Sobre las 7 de la tarde estábamos llegando del tirón y tras otras dos horas de conducción por carreteras reviradas, subidas y bajadas a Tarbes. Llegábamos directamen­te al siguiente cargador que teníamos fijado, que esta vez estaba a las afueras de la ciudad, en una zona de edificios de investigac­ión que compartían espacio con un asentamien­to de auto-caravanas que tenían allí su particular colonia.

Por si acaso, llamamos al hotel donde nos alojaríamo­s, no fuese que tuvieran cargadores y… la respuesta de la recepcioni­sta, después de pedirla que saliese al parking privado a mirar fue negativa. Lo peor es que cuando llegamos, sí que había dos plazas especiales con sus cargadores. ¡Nos morimos de rabia! Pero ya estábamos dispuestos a dejar las motos, subir a la habitación y bajar a tomar algo

en el bar irlandés de al lado.

Día 3

Tarbes-Montauban-Onet-le Châteaux KM recorridos: 264

Nº de cargas en ruta: 2

Nos levantamos temprano cruzando los dedos para que la lluvia que cayó por la noche se hubiera detenido. Y así fue. Viajábamos tras las nubes, por lo que el camino se hizo muy agradable al haber refrescado antes de nuestro paso. El siguiente punto de recarga estaba en un pueblo llamado Montaulban­t. Como siempre, el cargador de la plaza principal estaba ocupado por un vehículo que debía llevar allí desde la noche anterior. Nos dimos cuenta por las salpicadur­as de lluvia y hojas de la tormenta nocturna acumuladas alrededor de sus neumáticos. Además, el otro cargador era muy lento. Conectamos con Electromap­s y decidimos buscar otro punto. Esta vez, en un parking más resguardad­o, al otro lado del río. Estaba en un edificio oficial, así que tras comprobar que había cámaras, dejamos tranquilam­ente el equipaje sobre las motos y fuimos a comer algo para aprovechar los cuarenta minutos que más o menos tardarían en cargarse las dos motos.

La plaza de esta localidad, de estilo medieval y con unos soportales magníficos, estaba de obras, pero pudimos disfrutar de la sombra y de unas buenas viandas. Tras el aperitivo, salimos hacia nuestro siguiente punto de recarga. Para variar estaba fuera de la ciudad, en una zona verde, al lado de varios almacenes donde se guardaban unos tractores de los campos cercanos. Había tres postes de carga y todos funcionaba­n y frente a ella había una pequeña pradera. En menos de treinta minutos, las motos estaban al 100% de su capacidad de carga y pudimos continuar nuestro camino.

De nuevo disfrutamo­s de lo lindo subiendo y bajando pequeños puertos, retorciend­o las Zero en las curvas y oliendo las zonas de flores y el silencio de nuestras monturas eléctricas. Llegamos a nuestro destino siempre evitando las carreteras rápidas, autovías y autopistas. Estábamos en OnentLe-Chateaux. El hotel elegido no disponía de punto de carga, aunque sabíamos que cerca habría alguno. Un hotel coqueto, que nos quitaba el mal sabor de boca de la noche anterior, que estaba al lado de una bolera con un restaurant­e estupendo donde cenamos. Y por pura pereza de no llevar las motos, aunque fuera del hotel, pedimos permiso para tirar el cable desde la ventana de la habitación que estaba en la planta baja, hasta la moto. Nos lo dieron y pudimos cargar las motos desde el enchufe de nuestra habitación.

 ?? ?? Alicia Sornosa, en una de las paradas para descansar y recargar las baterías de las motos
Alicia Sornosa, en una de las paradas para descansar y recargar las baterías de las motos
 ?? ?? Los puntos de recarga se localizan a través de apps en el teléfono móvil
Los puntos de recarga se localizan a través de apps en el teléfono móvil
 ?? ?? Las motos empleadas fueron unas Zero Motorcycle­s
Las motos empleadas fueron unas Zero Motorcycle­s
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