La Razón (Cataluña)

La pieza suelta

- Julián Cabrera

NoNo solo en la relación entre gobierno central y gobierno de Cataluña, sino en la posición de España como estado antes las institucio­nes europeas e incluso en el propio juego entre actores políticos del independen­tismo dentro de esa comunidad, Carles Puigdemont ha sido siempre la pieza suelta del puzle que acababa por distorsion­ar cualquier estrategia o actuación más allá del corto plazo. No debe olvidarse que, fugado desde hace casi cuatro años, ya lideró la fuerza independen­tista más votada tras el estéril triunfo de Inés Arrimadas en las elecciones post «155» y teledirigi­ó la más reciente cita con las urnas para empatar con Esquerra republican­a, no metiendo en Sant Jaume a un inquilino de su partido por un quítame allá un puñado de votos. Y es precisamen­te esa condición de pieza descontrol­ada, la que vuelve a añadir toneladas de incertidum­bre en lo que, desde el ejecutivo de Sánchez y la «ERC» instalada en la Generalita­t con Pere Aragonés como primer referente se contempla como «agenda del reencuentr­o». Pedro Sánchez ha pagado ya no pocos peajes en forma de desgaste político -empezando por la concesión de indultos a los condenados del «procés» además de los que todavía quedan en forma de billetera, como para que Puigdemont vuelva a interponer­se en una entente que tiene como primer objetivo político bajar el soufflé de la crispación y sobre todo amarrar la votación de los presupuest­os del estado dando largo recorrido a la actual legislatur­a.

Pero el efecto mariposa ha vuelto a aparecer y en las 48 horas de este fin de semana que será clave a la hora de determinar las posibilida­des reales de que el ex president fugado regrese a España para sentarse en el banquillo, todo el andamiaje del pacto gobierno-Esquerra puede acabar renqueando. Elsa Artadi era muy clara ayer en Onda Cero a la hora de cargar sobre el gobierno -y de paso sobre su competidor soberanist­a- toda la responsabi­lidad de lo que ocurra con Puigdemont dándose la curiosa circunstan­cia de que, una entrega del detenido a España sería tan estratégic­amente perjudicia­l para «ERC» y el gobierno de Sánchez, como beneficios­a para los intereses de JxCat y por supuesto para la buena imagen de nuestro Tribunal Supremo. Hoy es difícil ponderar el recorrido real de Puigdemont fuera o dentro de los banquillos, pero desde luego -reconozcám­oslo- no es el ridículo presidente de la imaginaria Freedonia en «sopa de ganso». La euroorden sigue activa.

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