Los recuerdos

Mientras el volcán Cumbre Vieja de la isla de La Palma continúa expulsando toneladas de dióxido de azufre, al tiempo que ese infierno líquido y móvil que es la lava, muchos habitantes de la isla ven no solo cómo se va enrareciendo el aire y cómo ese demonio de fuego va destruyendo a su paso todo lo que encuentra, sino también cómo va borrando no solo la propia faz de la isla, sino todos y cada uno de los recuerdos de tantos palmeros. Ni los avisos ni las certezas sirvieron para aceptar que cuanto poseían quedaría enterrado con rapidez bajo todo ese material magmático inclemente que se va tragando la vegetación, las casas, las calles y las historias de vida que tuvieron lugar en distintos rincones de la isla bonita. En poco tiempo, sin que los científicos puedan determinar exactamente cuándo, la isla será otra diferente, para empezar, por su orografía arrasada por la lava, que la cambiará de

En poco tiempo, la isla será otra diferente, por su orografía o su tamaño, pero sobre todo cambiará su alma

manera sustancial. También puede que lo haga su tamaño, como ocurrió en erupciones anteriores. Pero, sobre todo, cambiará su alma. ¿Podrán seguir viviendo en La Palma quienes lo han perdido todo? ¿Qué harán si su negocio se desvaneció como si nunca hubiera existido? Aquella tienda, ese bar, ese cultivo… ¿Podrán volver a ponerlo en pie para recuperar sus vidas previas a la última erupción volcánica? Quizás existan posibilidades, ayudas y solidaridad y es probable que, a partir de ellas, algo pueda rescatarse, pero lo que jamás volverá son los recuerdos. Fotos que jamás se guardaron en la nube del ordenador, alguna carta, un dibujo, el beso que dejó pintado en el espejo el amor de una noche… Todo aquello sucumbirá al olvido devorado por la ferocidad del volcán. Y no se recuperará jamás.