El censor censurado
La obra de Caroline Fourest pertenece a los ensayos de esa izquierda perpleja ante el monstruo que ha construido durante décadas. Esa izquierda que usó la educación, la cultura y los medios para adoctrinar a generaciones de censores. No enseñaron ecología, sino que formaron ecologistas. No enseñaron igualdad de género o antirracismo, sino revancha y victimismo. Despreciaron a los que pensaban de otra manera, no se declaraban «progresistas» y se apropiaron de «la verdad». Dieron rienda suelta a la política de las identidades para desmontar la sociedad liberal porque vieron que la «lucha de clases» ya no funcionaba. Cambiaron esa «lucha» por la «lucha de sexos» y la «de razas», el socialismo por «salvar el planeta», y se convirtieron en policías del pensamiento. Comenzó la tiranía de la corrección política y la cancelación cultural. Sufrimos así que analfabetos funcionales tiren una estatua, cambien el nombre de una calle, impidan una conferencia o exijan el silencio de los demás. Hoy, esa izquierda «clásica» se encuentra con una generación, la Millenial, que les ha superado en radicalismo. Se trata de la paradoja del censor censurado. Es el caso de Fourest, periodista francesa de izquierdas, que se queja en este libro de esa juventud inquisitorial que se ofende por opiniones contrarias pero que fueron educados así por los «progresistas». Esos jóvenes que acusan de apropiación cultural a quien cocina comida típica de otra etnia y viste como otra raza, o persiguen al blanco que no pide perdón por la esclavitud de hace siglos. Se dedican a prohibir. ¿Cuánta cultura se habría perdido con esa actitud? El libro
se centra en la vida americana y francesa, pero episodios como los que relata, de auténticos totalitarios, se dan en España. Fourest, en una obra apasionante que se lee de un tirón, se queja de que la izquierda identitaria deje la defensa de la libertad a la derecha. Es el resultado de décadas de hegemonía cultural censora y de ingeniería social, de victimismo subvencionado, revanchismo impostado y discriminación «positiva». Esas izquierdas han logrado que hoy lo rebelde sea defender la libertad.