Las almas en pena que dejó el «paraíso» socialista
Agota Kristof imparte una lección de sensibilidad en una obra donde recapacita sobre la memoria y que también analiza la pobreza socialista
Vuelve Agota Kristof (Hungría, 1935) a sus temas más queridos: la infancia, los exilios, la pobreza, y lo hace en esta ocasión con una intensidad y una belleza poética que dejan sin aliento al lector. El protagonista es un joven que huye de su país y de la sordidez de su infancia buscando un futuro mejor en otro más rico, de los que tienen trabajo en las fábricas para obreros sin cualificar. Deja atrás los tristes recuerdos familiares, pero cuida con delicadeza la memoria de una parte de su infancia, la que giró en torno al amor hacia una niña a la que está unido por un secreto que solamente él conoce. Esa niña volverá a aparecer en su vida, pero convertida en una mujer casada y con un bebé.
«Ayer» es la historia de ese vínculo entre ellos y está narrada de
una forma tan especial, con una sensibilidad tan vehemente y a la vez delicada que su lectura conmociona profundamente. Muestra además aspectos psicológicos, como el autoconocimiento que se produce cuando el adulto actual se reconoce en el niño que fue y crece en un nuevo tiempo en el que quizá podría ser feliz.
Pero la autora no deja en ningún momento que olvidemos la dureza de la vida en un país pobre y socialista, una tristeza de color ceniza que nunca se despega del alma y que únicamente se comparte hablando con un pájaro herido en un momento que nos hace pensar una vez más que el realismo mágico habitó en varias latitudes del planeta. Una sacudida emocional que resulta bastante difícil de olvidar
▲ Lo mejor
Que en tan pocas páginas encontremos una descripción tan precisa de la vida de los exiliados
▼ Lo peor
Nada reprochable en esta gran novela delicada, lúcida y en la que se perciben ecos autobiográficos