Reporteros
Desde que el volcán Cumbre Vieja en la isla de La Palma empezó a entrar en erupción, ese pegote maravilloso negro y verde se llenó de periodistas. Entre los periodistas hay de todo, como en todas las profesiones. Hay médicos magníficos de trato que luego no son buenos en su especialidad. Hay ingenieros poco empáticos, dependientes diligentes, obreros de la construcción incapaces con el mortero, y entrenadores personales gorditos.
En el periodismo también pueden Vds elegir. Desde periodistas que no saben ser reporteros (porque no es lo mismo), hasta los que buscan carnaza y no les importa la dignidad del que sufre sino un buen llanto en directo, hasta el que se comporta como un entomólogo, tratando con pinzas el asunto. Todos ellos han llegado estos días a La Palma, incluida Lydia Lozano. La colaboradora de «Sálvame» tiene, por cierto, familia oriunda de El Paso, la zona que está sufriendo las consecuencias del volcán, así que entiendo que sea ella la que se desplace. No creo que se le deba poner un pero a una mujer cuyos vínculos con la isla son directos, cercanos y sentimentales. Y es periodista. El problema está en que no todos los periodistas podemos hacer de todo. De todo no hemos hecho, no sabemos, no distinguimos de lo que es quedarse corto o pasarse. Tengo la seguridad de que Lydia lo hizo con la mejor intención, pero eso no basta. La mejor de las intenciones en un periodista se queda a veces a media pista, sobre todo en una catástrofe, en una tragedia. Dar saltitos como una colegiala delante de los bomberos que están actuando para que te atiendan, comportarte como una adolescente frente a un guardia civil que está perimetrando la zona afectada, pedirle a un voluntario que te conecte rapidito con gente sufriendo no es hacer periodismo. E insisto: estoy convencida de que su intención era la mejor de entre las mejores. Ese programa tiene excelentes reporteros a los que enviar, me consta. Este oficio es complicado. A veces no vale sólo con estar. Se trata de cómo estar y moverse.