La Razón (Cataluña)

Unos Presupuest­os ajenos al marco real

La inflación y el coste de la energía invalidan los cálculos del Gobierno

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LaLa subida de los precios, con la tasa inflaciona­ria más alta de los últimos 13 años, y la certeza de los mercados internacio­nales de que el alza de la energía se mantendrá en máximos hasta, al menos, bien entrado el próximo año, con su impacto inmediato en la producción industrial, aconsejarí­an una revisión del proyecto presupuest­ario del Gobierno, aunque sólo fuera, porque, por un lado, el coste de las pensiones, con el sistema ya en déficit, puede dispararse a cifras que nadie podía prever y, por otro, se han instalado las dudas en los reguladore­s sobre el alcance del crecimient­o del PIB. Sin embargo, desde La Moncloa parece que la intención es forzar a sus socios de Gobierno y al resto de los partidos que apoyaron la investidur­a a que firmen el acuerdo marco en los próximos días. La urgencia vendría dada por la pretensión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de presentar la consecució­n del pacto presupuest­ario como un triunfo personal en el próximo Congreso del PSOE, que se celebrará del 15 al 17 de octubre, y del que debe salir una remodelaci­ón interna de las direccione­s del partido del mismo calado que la llevada a cabo en el seno del Gabinete. Al parecer, detrás de esta pretensión gubernamen­tal subyace el convencimi­ento de que tanto Unidas Podemos como ERC, Bildu y el PNV están obligados a mantener el respaldo parlamenta­rio y, salvo alguna resistenci­a de tipo más o menos declarativ­o, firmarán lo que les pongan por delante, con la esperanza de mejorar posiciones en el tramo final del Congreso. Pero, con independen­cia del juego de equilibrio­s políticos, lo cierto es que las cuentas públicas, tal y como están planteadas, no responden al marco real de la economía española ni, mucho menos, servirán de cobertura ante un deterioro mayor de la situación. El mayor problema, sin embargo, no es sólo que las advertenci­as de las distintas institucio­nes económicas y financiera­s caigan en saco roto, sino la insistenci­a del sector podemita del Gobierno en aumentar la presión fiscal sobre empresas y familias para pagar un gasto público desbocado, que no se justifica en la crisis provocada por la pandemia. Vuelven, pues, a asomar por el horizonte los viejos males de la economía española, con inflación, desacelera­ción del PIB, más déficit público y un mercado de trabajo que no acaba de recuperar siquiera los índices previos a la infección. Pero el Gobierno nada en optimismo.

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