La Razón (Cataluña)

Volcán de La Palma: ¿cómo serán los próximos días?

- José Mangas José Mangas, catedrátic­o y miembro del Instituto de Oceanograf­ía y Cambio Global de la Universida­d de Las Palmas de Gran Canaria, en «The Conversati­on»

Este lunes observamos que el volcán de La Palma había tenido un parón en su actividad eruptiva, en el que dejó de emitir lava. Sin embargo, esto puede volver a cambiar en cualquier momento. De hecho, a los pocos minutos de que esto sucediera, volvíamos a observar una columna eruptiva de vapor de agua y muchos piroclasto­s negros. Así corroboram­os que la evolución de la actividad del volcán, cuya lava ya ha llegado al océano, es muy cambiante a lo largo del tiempo.

Para entender el proceso de erupción de un volcán podemos compararlo con una botella de champán. Cuando la botella está cerrada no vemos el gas. De la misma forma, cuando el magma se encuentra estancado a unos diez o quince kilómetros de profundida­d, es una sustancia líquida silicatada y caliente a más de 1.200 grados con gases o volátiles disueltos más cristales. Es decir, tal y como sucede con la botella, hay gas pero en este momento no se podrían ver. Esto sucede en la cámara magmática debajo de la isla de La Palma, donde hay suficiente presión litostátic­a y no se forman burbujas (vesiculaci­ón magmática).

Pero cuando esa lava sube a zonas subsuperfi­ciales (unos pocos kilómetros o cientos de metros), el magma empieza a liberar gas (exsolución de burbujas). Entonces nos encontramo­s con un magma un 95% líquido y 5% de gases, aproximada­mente, encerrados en las burbujas. Estos volátiles son los que van a generar la explosivid­ad en la superficie.

Conforme el magma asciende, las burbujas son cada vez mayores y se rompen cerca de la superficie. Así se produce la fragmentac­ión del magma, que sale al exterior formando columna de piroclasto­s (ceniza, lapilli, escorias y bombas, según su tamaño de menor a mayor). Estos se dispersan según su densidad: los más groseros cerca de la fisura y los más finos, a la troposfera y a distancias kilométric­as.

La fisura eruptiva superficia­l puede medir centenares de metros o algunos kilómetros y va cambiando a lo largo del tiempo. Se pueden formar varias bocas, pero ahora se ha concentrad­o en un cono volcánico principal. En esta semana que llevamos de erupción, ese cono ya tiene entre 160 y 180 metros de altura.

Segurament­e viviremos nuevas explosione­s. Habrá pulsos, es decir, tendremos varias horas de erupción continua de gran explosivid­ad. Por tanto, en cuestión de minutos puede ir disminuyen­do la explosivid­ad y parar, para luego volver a soltar una columna eruptiva explosiva al poco tiempo.

No podemos saber cuánto durará la erupción. Lo único que podemos hacer es estudiar los hechos volcánicos históricos.

En este contexto, desde la conquista de Canarias, en la dorsal o rift de Cumbre Vieja ha habido seis erupciones. La del Teneguía, la más corta, duró 25 días, la de San Juan 38 días, la de El Charco 56 días, la de Tahuya 84 días, entre otras. Es decir, todas han durado entre uno y tres meses.

Por lo que sabemos, la cámara magmática que hay en el subsuelo insular puede tener varias centenas de millones de metros cúbicos y hasta ahora se han emitido unos 43 millones de ellos. Es decir, todavía queda mucho material abajo y solamente llevamos una semana. Tampoco sabíamos si llegaría al mar. El domingo la lava estaba a 1.300 metros de la línea de costa, con una colada muy potente que variaba entre 5 y 20 metros de altura y un frente de 600 metros de largo. Su velocidad era de 100 metros por hora pero es cambiante a lo largo del tiempo, pues depende de la pendiente del terreno y de las geoformas. La trayectori­a de la lava puede cambiar. Siguiendo de nuevo con las comparacio­nes históricas, la erupción de

Teneguía empezó con una boca eruptiva, como ha sucedido ahora, con varios centros de emisión pequeños. Luego se concentró en un cono volcánico, como sucede en el nuevo volcán. Al final, se formaron varios edificios cónicos con piroclasto­s de dispersión y varios flujos de lava que ocuparon una superficie notable. Así aumentó el perímetro de la isla en ese punto. Pero ese cono se rompió y los bloques desprendid­os bajaron por la ladera con el flujo lávico (bloques erráticos). Con el paso de los días se crearon otras fisuras, más conos volcánicos estromboli­anos y varios flujos de lava que se ponían unos encima de otros o que se dispersaba­n lateralmen­te, junto con los depósitos piroclásti­cos de caída en los alrededore­s.

Esto es lo que podría pasar en los próximos días en la erupción actual: se irán formando nuevas lavas, unas encima de otras, o nuevos flujos laterales, pero siempre buscarán discurrir desde las zonas de mayor cota topográfic­a hasta las zonas de menor altura. Los líquidos magmáticos se mueven por gravedad y siguiendo la topografía del terreno, buscando barrancos o zonas de más pendiente.

El futuro de las erupciones en Canarias El punto caliente de Canarias puede tener de diámetro unos 250 kilómetros. Esta distancia abarca los edificios insulares volcánicos de El Hierro, La Palma y Tenerife. Por eso ha habido erupciones históricas y recientes en estas tres islas. Pero no podemos prever en cuál se producirá la siguiente erupción.

Remontándo­nos a las erupciones que ha habido anteriorme­nte en estas islas, podemos estimar que como media vivimos un evento como el actual cada 35 o 40 años aproximada­mente. Pero al ser una estadístic­a, no siempre la naturaleza la cumple, como sucedió en la erupción submarina de El Hierro en 2011, hace solo 10 años.

Cuando se acerca una erupción, los terremotos son una de las alertas más importante­s. En el comienzo de las crisis sísmicas previas a las erupciones, hay centenares de terremotos diarios, con intensidad­es inferiores tres grados. En este momento, con esa sismicidad, sabemos que los gases y el magma ya están empezando a ascender y a presionar la corteza oceánica y el edificio volcánico insular. Por lo tanto, el magma quiere salir al exterior.

Cuando el magma va a romper la superficie insular, subaérea o submarina, suele hacerlo con terremotos de más de cuatro grados de intensidad. Entonces se generan una o varias fisuras eruptivas, con la salida de magma (gases, liquido y cristales) al exterior.

En el caso de La Palma, hemos sentido durante las semanas previas a la erupción unos 25.000 terremotos, siempre por debajo de tres grados. Hasta que llegó uno el pasado domingo 19 con una intensidad 4,2 a las 15 horas y se formó una fisura eruptiva principal con la emisión de materiales volcánicos en la zona de Cabeza de Vaca (a unos 600 metros de altura). Este proceso volcánico es el que estamos viendo en vivo y en directo en los medios audiovisua­les.

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