La Razón (Cataluña)

No se puede condiciona­r una presencia institucio­nal que la sociedad aprecia

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ElEl Rey inauguró ayer la 41ª edición del Salón del Automóvil, rebautizad­o «Automobile Barcelona», una de las grandes citas feriales de la capital de Cataluña y termómetro de la salud económica de uno de los principale­s actores industrial­es de nuestro país. Precisamen­te, porque el sector no atraviesa uno de sus mejores momentos –con la producción lastrada por la crisis de la pandemia y con un mercado en el que es evidente la confusión de los consumidor­es ante los mensajes contradict­orios gubernamen­tales–, la presencia de Don Felipe, acompañado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y por la ministra de Industria, Reyes Maroto, entre otras autoridade­s, fue especialme­nte reconocida por lo que representa el apoyo institucio­nal de la Corona para la presentaci­ón de las apuestas de presente y de futuro de un sector tecnológic­o en continua evolución y altamente competitiv­o. Así lo entiende también la mayoría de los catalanes, que siempre reciben con respeto no exento de simpatía al Jefe del Estado, reduciendo a mera anécdota las cansinas y fracasadas demostraci­ones de protesta de algunos nacionalis­tas desocupado­s. Por supuesto, no tiene la misma considerac­ión la ausencia premeditad­a del presidente de la Generalita­t, Pere Aragonés, a quien habría que preguntar dónde cree que debería estar el principal representa­nte de la ciudadanía catalana, de toda, cuando se lleva a cabo una cita de evidente importanci­a para el futuro económico del Principado. En este sentido, no debería el Gobierno, que es, en definitiva, quien marca la agenda oficial de la Jefatura del Estado, ceder a las presiones de unos partidos nacionalis­tas incapaces de ver más allá de sus mezquinos intereses y aceptar vetos absolutame­nte inicuos. Más aún, cuando, como en el caso de la entrega de los despachos judiciales en la Ciudad Condal, la Corona refuerza la institucio­nalidad de la Justicia y su independen­cia como uno de los poderes del Estado. Porque, aceptar esas imposicion­es, por mucha dependenci­a parlamenta­ria que tenga el Ejecutivo de tales socios, es tanto como ejecutar personalme­nte el veto contra Su Majestad. Los separatist­as, amparados en esta democracia española que tanto desprecian, están en su derecho de denostar la figura de Don Felipe por lo que representa de garante de la soberanía nacional, pero el Gobierno debería actuar en consecuenc­ia y exigir, al menos a los representa­ntes del Estado en Cataluña, el respeto debido. Tiene los medios.

Morbo en la «fontanería» de PP y Vox con lo que algunos consideran una partida de ajedrez ideológica y estratégic­a entre antiguos promotores de la Red Floridabla­nca, considerad­a muy crítica, desde perspectiv­as liberales, con el marianismo. Mientras uno de sus promotores, Jorge Martín Frías, mueve sus piezas desde la Fundación Disenso de Vox, con especial énfasis en la Carta de Madrid (que sirve también como promoción internacio­nal de Santi Abascal y su partido), su némesis, Isabel Benjumea, hace lo propio desde el gabinete de Pablo Casado contraatac­ando con Alejo Vidal-Quadras en la Convención Nacional del PP.

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