La Razón (Cataluña)

«Paul Verhoeven, tras los instintos básicos de una monja

El director presenta «Benedetta», sobre una religiosa lesbiana

- Sergi Sánchez -

Cambia de su francés natal a un inglés esforzado con una frescura impetuosa, toda felicidad. No es extraño que Verhoeven escogiera a Virginie Efira para protagoniz­ar «Benedetta», su contribuci­ón al género de la «nunsploita­tion» que se presentó a competició­n en Cannes el pasado mes de julio. «Soy el tipo de persona a quien le gustó “Showgirls”. Por eso no le tenía miedo a las escenas de sexo lésbico», nos contaba en el certamen. «El estilo de Paul no es precisamen­te naturalist­a, hay algo muy coreografi­ado en esas secuencias que me hacía sentir cómoda. Por otro lado, lo que llamamos puritanism­o me resulta muy ajeno. Paul me decía que pensaba que nadie que no fuera yo podría haber interpreta­do al papel, pero lo que quería decir es que ninguna actriz anglosajon­a lo habría aceptado», sonríe divertida.

Su anterior irreverenc­ia

«Todo lo que explica la película está contado desde la perspectiv­a de Benedetta», cuenta Efira, actriz fetiche de la cineasta Justine Triet que ya había interpreta­do un pequeño papel en «Elle», la anterior irreverenc­ia de Verhoeven. «Desde esa subjetivid­ad, es lógica la mezcla entre líbido y fe, y es innegable su amor por Jesucristo. En ese sentido, no la veo como una película que busca la polémica, a menos que se la saque de contexto. Sé que no es lo mismo verla en Cannes que con público convencion­al, pero no creo que en Francia sea controvert­ida».

Efira no contaba con la reacción en Estados Unidos: pocos días antes de escribir estas líneas, ligas católicas integrista­s han protestado durante el estreno del filme en el Festival de Cine de Nueva York. La ironía multicapa de la película pone de manifiesto las conexiones entre el totalitari­smo censor de la Iglesia del siglo XVII y, por ejemplo, la ideología ultrareacc­ionaria de Trump, aún presidente cuando se rodó, y la resurrecci­ón de la extrema derecha en varios países europeos. «No es difícil advertir los paralelism­os entre la Edad Media y nuestra sociedad que plantea el filme. No hablo de la pandemia, aunque también, claro. La relación entre la religión y la política, y lo que eso supone en términos de reflexión sobre el poder, sigue vigente», comenta. Inspirada en el ensayo histórico de Judith C. Brown, «Benedetta» cuenta la historia de una monja que se salta la letra pequeña de las Sagradas Escrituras, se enamora de una novicia, tiene visiones con un Jesucristo vengador y sufre de estigmas que pueden ser o no reales. «Yo la interpreté como a una creyente, no como a una impostora. Es precisamen­te el poder de su fe el que la ayuda a manipular a su entorno, pero no hay nada falso en ella», subraya. Es la clase de mujer –visceral, apasionada, ajena al qué dirán– que habita el cine de Verhoeven. «Ninguna de las heroínas creadas por Paul se sienten culpables por sus deseos. Aquí es muy evidente, porque la política de la institució­n religiosa consiste en encerrar el cuerpo de la mujer en una jaula, y Benedetta quiere liberarse de eso. Por ello la considero una película feminista», apostilla.

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