Tres horas entre festines y disquisiciones sobre la maldad
Cristi Puiu vuelve con la profunda y exigente «Malmkrog»
Aunque tiene forma de ficción, incluso de descripción histórica anticipada maquillada de escenarios que remiten a Tolstói, el nuevo trabajo de Cristi Puiu se revela, en el fondo, como un inabarcable homenaje a la palabra fuera del tiempo y hasta del espacio. Amigo del realismo, el cineasta nacido en Bucarest, impulsor de esa Nueva Ola de cine rumano que nace en las postrimerías del régimen régimen de Ceausescu, apuesta ahora, cuatro años después de la costumbrista «Sieranevada», última película con la que representó al país transilvano en los Oscar de 2016, por una adaptación del libro «Los tres diálogos; el relato del Anticristo», del filósofo ruso Vladimir Soloviev. «En mis anteriores filmes yo estaba retratando lo que tenía fuera de mi cabeza. He tratado de restaurar mi propia experiencia como lector. Cuando lees un libro no hay palabras en tu cabeza, aunque sea filosófico. Las que te vienen proceden de la propia obra, y eso es lo que me provocaba a mí el texto de Soloviev», señala Puiu.
En este titánico ejercicio de filmación de tres horas y veinte que constituye «Malmkrog», diferentes representantes de la aristocracia, la política y el ejército se reúnen en una mansión de principios del siglo XX ubicada en los boscosos enclaves de Transilvania para disertar sobre cuestiones tan complejas como universales que oscilan entre la existencia de una conducta buena y otra mala por parte del ser humano, la muerte, la guerra, la moral o la escisión política de los países europeos. Puiu explica que el libro elegido forma parte de su historia personal y que «hay algunos literarios que parecen más filosóficos que otros que se presentan como tales. Considero que hay mucha filosofía en la literatura y en la poesía. Si me lo propongo, puedo hacer una película partiendo de un libro de cocina. Me doy esa libertad, siempre me permito a mí mismo ser libre para elegir».
Mentir para sobrevivir
El realizador, además, establece paralelismos entre los temas que cimientan los reflexivos diálogos que vertebran la cinta y los que condicionan la actualidad: «Nada ha cambiado a lo largo de estos siglos, y eso está relacionado, ya no con el XIX, sino con la historia de la Humanidad. Todo el mundo quiere vivir en paz. Ocurría antes y ocurre ahora, pero para ello es necesario limpiar el patio particular que cada uno arrastra». Y añade: «Enjuiciamos mucho a los demás pero no miramos con atención nuestro lugar en el mundo, nuestros propios fallos y anhelos. Desde el momento en el que llegamos a él, dejamos de ser vírgenes porque tomamos decisiones. ¿Y qué decidimos? Mentir para sobrevivir. Si queremos ver la paz en el horizonte, debemos dejar de mentir. Y esto no es una postura, sino la pregunta que me hago a mí mismo acerca de la paz y de la guerra», reconoce. Escuchar, palabras, diálogos y tiempo. Esas parecen seguir siendo las palabras más efectivas.