La Razón (Cataluña)

«Cuando estaba en desintoxic­ación me cagaba en Jimi Hendrix»

El grupo vuelve tras siete años sin material nuevo con «Cada vez cadáver» y anuncian gira para 2022

- Ulises Fuente - Madrid

«Yo era muy feliz con 20 años porque solo me importaba lo que pasaba a un metro de mí. Ahora vas a funerales y las injusticia­s duelen mucho más»

ArrastraAr­rastra a una legión de fans enganchado­s a la ternura y la franquza de sus letras y al impecable sonido de su banda. Fito Cabrales (Bilbao, 1966), un prodigio de simpatía, publica nuevo disco con los Fitipaldis, «Cada vez cadáver» (Warner), y prepara una gira durante 2022.

–Son siete años sin material nuevo. ¿Se vuelve difícil hacer canciones?

–Nunca costó poco, pero es que en la música no estamos porque somos sexys, sino para expresarno­s. Y, a veces, es muy difícil. ¿Qué quiero compartir? Esa es la pregunta. Si no estoy yo en esa obra, no me vale. No quiero jugar a que hago «country» o lo que sea. Porque para eso no lo grabo ni lo publico. Esa es una excusa, aunque tengo otra: no puedo crear compaginán­dolo con mi vida de padre y yo renuncio totalmente con todo el amor a salir a tocar. Porque tengo tres hijos y yo no puedo componer de seis a ocho y luego ir a buscarles o lo que sea. Por eso no hago discos, porque si digo que sí, tengo que renunciar a lo otro. No sé, me tendré que buscar un buen psicólogo (risas).

–El disco le ha salido con letras oscuritas.

–Sí, no es como para fiestas, pero prefiero decir que es serio. Cuando lo escribí estaba así y me curó hacerlo. Pero luego es energético musicalmen­te. Le da un poder que contrarres­ta lo lúgubre.

–¿Qué le pasó?

–Pues no lo sé. La edad, seguro que eso. Yo era muy feliz con 20 años porque solo existía lo que había a metro y medio de mí. Y luego, de «aitatxu» (padre), necesitas la empatía de todo el mundo, que todos estén bien. Las injusticia­s duelen muchísimo más... no sé. Con 20 años no vas a un funeral. Y mira, con la edad me conformo con estar contento. La felicidad es como un ente extraño. –Canta sobre «un criterio firme como una lápida». ¿Ha cambiado mucho de conviccion­es?

–Pues no sé si lo digo por mí o en general. Tener criterio es importante, pero si se convierte en una lápida... Me gustaba esa idea de tener un criterio muerto, pesado. Igual antes eran otros tiempos, auqnue la confrontac­ión está en el día a día, por cualquier tontería. La política es solo una cosa más. Y nadie dice «me he equivocado». Imagínate que un liberal de repente piensa que la propiedad privada no está bien. Pues no pasa nada. Utilizamos las conviccion­es como escudo de «mi posición es la adecuada». Y, además, el que no está en tu posición, se convierte en el enemigo. Yo entiendo cualquier cosa, pero cuando vienen a conquistar­me, mal. –También canta: «Aquellos años se pasaron tan rápido, a dos gramos por segundo». ¿Cómo fue la resaca? –Acabamos fatal .... (risas) Fue un tiro al poste y libramos de milagro. Hombre, cuando lo puedes cantar, está bien. Fue estupendo, no pasó nada que no se pueda contar. Estábamos todo el día «puestos» y celebrando cosas incelebrab­les. No había tiempo de sentir vértigo. Es como si te pasas todo el día viviendo en una atracción de feria que centrifuga y ya haces vida en ella. Lees el periódico, te tomas el café dentro del Dragón Khan (ríe). Y nos acostumbra­mos. Así se vivía.

–¿Se arrepiente?

–Al revés, fueron noches muy buenas. Nunca hubo nada oscuro. Parece que las drogas van siempre asociadas a la mafia, pero nosotros éramos solo de drogas y rock & roll. Pero siempre rock, no había ni sexo. Recuerdo que venían chicas y hacíamos como los ñus. Nos poníamos en corro y solo queríamos hablar de las Fender o las Gibson. Así de simples éramos. Estábamos todo el día en un puto bar pequeño y nos daba igual qué día era. Entrábamos en un mundo fantástico, el de la música.

–Claro, pero las atraccione­s de feria se paran y te bajas. De esa locura hay que saberse bajar.

–Eso no se para, eso se rompe. Si se para es porque has «cascado». Estás en el hilo aguantando porque vas mal y no le coges el pulso al mundo y cualquier problema nimio desemboca en explosión. Porque en esa situación no lo puedes soportar. En mi caso, cortocircu­ité y nada, a una clínica a rehabilita­rme. Y luego te crees que estás bien y no lo estás. Pero no me quejo, porque he tenido siempre la suerte de la música, que es algo a lo que agarrarse, un norte. Y otras personas no lo tienen. Yo, cuando las cosas van mal, me agarro a la música. Estaba en una clínica desintoxic­ándome como un gilipollas y me acuerdo que iba diciendo: «Me cago en Jimi Hendrix» (risas). Esa era mi frase. Y de ahí salí a hacer una gira. Y «Polako» (mánager de Fito), el pobre hombre, tenía que mandar todos los días un parte a la psiquiatra. –Vigilándol­e.

–Sí. Y me tomaba más medicament­os que cuando me drogaba. Tenía pánico y pavor a salir al escenario. Pero creo que tuve suerte. –Ese tiempo se pasó rápido.

–A toda ostia. Pero que no era tanta fiesta. Éramos unos aldeanos, una cuadrilla de «frikis» que lo pasábamos bien. No quiero que la gente piense que fue un desparrame, pero estábamos de fiesta todos los días. Comíamos en Vitoria, cenábamos en Burgos y veníamos a Madrid a ver un concierto, yo qué sé. Ese desbarajus­te tiene que ver con la ilusión y los sueños.

–¿«En el barro encontró el amor»?

–He dicho cosas parecidas antes: «Lo que admiro son las flores que crecen en la basura». El barro son los valores de la gente. Donde quiero dejar el corazón.

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CRISTINA BEJARANO

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