La Razón (Cataluña)

Tres trofeos en Sevilla para afrontar la traca final

El Juli, José María Manzanares y el murciano Paco Ureña pasean una oreja cada uno en la Feria de San Miguel

- Patricia Navarro - Sevilla

SEVILLA. 11ª de la Feria de San Miguel. Se lidiaron toros de Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez, el 2º. El 1º, noble y de buen juego; 2º, rajado y extraorina­rio en la muleta; 3º, noble y a menos; 4º, deslucido; 5º, con mucha calidad, pero muy justo; 6º, de mala clase, peligroso. Casi lleno.

El Juli, de azul pavo y oro, estocada (oreja); pinchazo, estocada (silencio).

José María Manzanares, de bureos y oro, tres pinchazos, estocada corta (saludos); estocada recibiendo (oreja). Paco Ureña, de rosa y oro, estocada (silencio); estocada baja (oreja).

El Juli volvía a Sevilla, la misma plaza en la que cayó herido de mucha gravedad y se reconcilió por la Puerta del Príncipe en la temporada del 19, cuando la pandemia y las mascarilla­s no dejaban de ser una marcianada. El madrileño comenzó bien la tarde, porque no sólo abría plaza, sino que se aseguró ya de primeras un trofeo, que viene a ser la llave maestra que puede, quizá, ¿quién sabe? ¡Qué sabe nadie! ser el primer peldaño para salir camino del Guadalquiv­ir, ahora en el nuevo mundo.

Manso y bueno

Se estiró a la verónica y la faena que vino después a ese toro de Hermanos García Jiménez, casa Matilla, contó con distintos pasajes. Unos más redondos que otros. La espada zanjó el tema y alimentó el trofeo ipso facto.

Podría haber sido. Esas cosas ocurren más como milagros que en la cotidianid­ad, pero cuando salió el cuarto rondaba la expectació­n. El toro se pegó un volatín durante la brega y se fue desdibujan­do el cuadro. En ese aire llegó a la muleta, renqueante y con poca emoción que trasladar para arriba. Abrevió Juli de una.

Se había rajado en el caballo el segundo, pero tuvo luego la profundida­d de los océanos en su embestida al natural. Manzanares lo tuvo claro en el comienzo de faena, ya con la zurda, desnudo de atrezo y disfrutand­o de ese viaje largo y entregado del toro. Lo hacía por uno y otro pitón, su codicia se cosía a los vuelos de la muleta, de tenerlos, a pesar de que quisiera rajarse y lo hiciera. La faena de Manzanares tuvo muletazos extraordin­arios, pero más aislados que macizos. Lo más cuajado llegó al final y ya en la clausura de faena que con un natural se colocó en la suerte suprema, de la que es rey absoluto, pero ayer se le cruzó en el camino en una misión imposible.

Se protestó mucho al toro casi desde que pisó plaza, al quinto le fallaban lo cuartos traseros y era como si tuviera un muelle. No acababa de caerse sino que estaba torpón. Se le protestó y no poco, pero aguantó en el ruedo. El toro quería tomar bien el engaño, por abajo y con repetición, otra cosa que era que de vez en cuando quería más que podía. La vida misma. Cuando Manzanares cambió los tirones por la suavidad llegaron los mejores muletazos, algunos extraordin­arios, léase cambio de mano, los pases de pecho a la hombrera, o alguna tanda de derechazos, envuelta en aroma bueno. Ya al final, mientras intentaba seguir al natural, el toro se echó. Se perfiló a matar y en la suerte de recibir mató al toro de una estocada fulminante que le igualó a El Juli en trofeos: uno. El toro, con las fuerzas contenidas, había sido de cualquier manera.

Estuvo tremendo Bernal en el tercio de varas al tercero. Se le ovacionó mientras abandonaba la plaza. Se vino un punto abajo el toro después, pero la faena de Ureña tampoco despegó, más centrado en cruzarse y colocarse que ir a buscar al toro y despejar las dudas al animal, a la espera.

No dejó el sexto a Ureña un resquicio para el lucimiento, más bien al contrario. Minuto que pasaba el peligro iba creciendo. Más de una vez nos quedamos en el ¡uy! y todo lo que hacía el animal era sin entrega, a la altura de la barriga. El murciano se puso queriendo justificar la tarde. No era fácil. Salir ileso, ya era mucho. Se jugó los muslos, porque se puso con todo, sin resortes para salir del lío. Se empeñó en sacarle hasta el último aliento y acabó metiendo a la gente en la faena. Tuvo recompensa, a pesar de que la espada se le fue muy abajo. Parece que Sevilla ya no mira eso. No quiere ver. Tres trofeos dejó el festejo para afrontar la traca fina.

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KIKO HURTADO El Juli, en el comienzo de faena al primer toro, ayer en Sevilla

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