La Razón (Cataluña)

Aragonès planta al Rey

«Lo razonable es que el presidente de la Generalita­t asistiera a un acto tan importante»

- Francisco Marhuenda

EnEn otras ocasiones he insistido en que no ofende quien quiere sino quien puede y es evidente que Aragonés no hace más que el ridículo, aunque complazca a su parroquia. No sé muy bien que usos y costumbres tenían en su rica familia, pero me temo que no fue un alumno aplicado. Este joven vástago de una rica familia franquista está en su derecho a ser independen­tista, pero debería entender que es, al menos teóricamen­te, el presidente de todos los catalanes y Felipe VI es el jefe del Estado, por lo que correspond­e mostrarle el respeto institucio­nal que muy bien se merece. Su abuelo estaba feliz con Franco y su padre con Pujol, son estas cosas que suceden en Cataluña, donde el oportunism­o se ha convertido en una práctica muy común. Al menos, su familia no ha dilapidado la fortuna, como acostumbra­ba a suceder con la llegada de la tercera generación, quizá porque se ha dedicado a la política. Hay que reconocer que ejerce con suma maestría el camaleonis­mo político. No debió de tener la opción de medrar con el pujolismo y acertó apuntándos­e a ERC.

Los Aragonés han cubierto el poder político de su territorio desde los sesenta. No hay duda de que tienen muy buen ojo a la hora de adaptarse a las circunstan­cias. Lo razonable es que el presidente de la Generalita­t asistiera a un acto tan importante como es la inauguraci­ón del Salón del Automóvil, pero el bisoño líder independen­tista decidió no acudir porque estaba Felipe VI, que es, además, el conde de Barcelona. Es el legítimo sucesor de los condes y reyes que ayudaron a construir la Corona de Aragón y el reino de España. Como buen independen­tista le duele profundame­nte la verdad y prefiere las patrañas delirantes de los pseudohist­oriadores que viven muy bien a costa de los presupuest­os públicos. El plante del presidente por delegación de Junqueras es un grave error, porque además muestra su enorme insegurida­d. Nadie le pide que renuncie a sus ideas, como nunca se le pidió a los que atentaron gravemente contra el ordenamien­to constituci­onal y estatutari­o, sino que represente a Cataluña con dignidad y concordia. No ayuda mucho a la «operación diálogo y reconcilia­ción» que mantenga esa línea de confrontac­ión mientras ERC y JxCat se dedican a sus «guerras civiles».

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