La Razón (Cataluña)

Desafío a los bancos centrales

- Jesús Rivasés

LaLa inflación empieza a desmadrars­e en todas partes. En España sube un 4%, pero en Estados Unidos ya alcanza el 4,3% interanual, lo nunca visto desde enero de 1991. En la Alemania ha superado la barrera psicológic­a del 4%, aunque solo sea por una décima, algo que enciende muchas alarmas en el país que busca su futuro post-Merkel. En el conjunto de la zona euro, el IPC, en el 3,1%, es el más alto en 13 años. Los banqueros centrales dicen que es un fenómeno pasajero, pero hay también abundantes expertos que temen que sea más permanente. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), achaca el fenómeno a que «tras una recesión muy inusual, la zona euro atraviesa una recuperaci­ón muy atípica». Los bancos centrales han sido, en parte, los «héroes», que han salvado a la economía mundial de la catástrofe durante la pandemia. Crearon, de la nada, billones de euros y dólares, y los pusieron en circulació­n para evitar que se detuviera la actividad. La teoría y la experienci­a explican que la creación de dinero, si no va de la mano de aumentos de la producción, genera inflación. Ahora, los bancos centrales pueden convertirs­e en «villanos» si se equivocan.

El miércoles pasado, el BCE organizó un Forum sobre Banca Central. Lagarde fue la anfitriona, con Jerome Powell (Reserva Federal USA), Harihito Kuroda (Banco de Japón) y Andrew Bailey (Banco de Inglaterra) de invitados. Todos defendiero­n que no les preocupa el aumento de la inflación, cuyo control es, por mandato, su principal objetivo. Les inquietan más los «cuellos de botella», es decir interrupci­ones en las cadenas de suministro­s, que los precios. El envite de esos cuatro personajes, quizá los más poderosos del mundo por su capacidad de crear y destruir dinero, es tan fuerte como arriesgado. Si sus prediccion­es fallan y la inflación se mantiene habrán perdido gran parte de su credibilid­ad y, además, tendrían que aplicar medidas dolorosas, como subir los tipos de interés. Los bancos centrales, en definitiva, están ante un escenario diabólico si los precios no se contienen. Como explica el analista Juan Ignacio Crespo: «Si suben los tipos de interés podrían provocar una recesión y si no los suben y mantienen la actual política monetaria, la recesión podría desencaden­arse sola».

El liberal Milton Friedman defendía –y según él demostraba– que «la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario». Eso significar­ía que la actual habría sido consecuenc­ia de la creación de dinero para evitar la catástrofe económica por la pandemia. Lagarde cree que hay que vigilar la inflación, pero también mantener una «política monetaria acomodatic­ia» –no dejar de crear dinero y no subir los tipos– . El horizonte es más que incierto y los profetas de las catástrofe­s, con

La inflación «es un mal absoluto y el impuesto más inmoral»

Nouriel Roubini a la cabeza, anuncian «estanflaci­ón», crecimient­o económico con inflación.

Nadie tiene la bola de cristal pero hay mucho en juego. La inflación, además de ser «un mal absoluto, es el impuesto más inmoral» como decía el banquero Rafael Termes en los ochenta. Ha sido, durante siglos la fórmula favorita de los gobernante­s para horadar el valor real del dinero sin que la mayoría de los ciudadanos lo perciban. Es el método favorito de gobiernos populistas que siempre termina en empobrecim­iento y de valuacione­s y, por supuesto, perjudica siempre a los más desfavorec­idos y débiles, que pueden caer en la trampa de pedir y conseguir mejores salarios que podrían crear una espiral diabólica. En la historia están los ejemplos de la Alemania que llevó al poder a Hitler, Argentina o Venezuela. Estamos muy lejos de todo eso, pero los bancos centrales tienen un desafío y si su diagnóstic­o es equivocado todo será más difícil. Calviño lo sabe, pero no está claro si alguien más del Gobierno.

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