La Razón (Cataluña)

El Reichstag como símbolo de la avenida y la caída de la democracia alemana

El 4 de octubre de 1989 se celebró el primer debate parlamenta­rio, un día después de la reunificac­ión

- Carmela Negrete.

Era la primera vez que el Parlamento alemán reunificad­o se reunía en el Reichstag desde el incendio de 1933 y fue una sesión parlamenta­ria llena de simbolismo, un día después de la celebració­n llevaba a cabo en la capital por la adhesión de la antigua República Democrátic­a Alemana (RDA) al Estado alemán. «Adhesión» fue el término oficial utlizado en aquel entonces. El Palacio de la República de la RDA, construido en los 70, a pesar de ser un edificio más moderno, sería destruido en 2008 para levantar una reproducci­ón del antiguo Palacio Real de Berlín. La presidenta del Bundestag por aquel entonces, Rita Süssmuth, del partido cristianod­emócrata CDU, abrió la sesión haciendo referencia al edificio: «Después de 75 años nos reunimos como diputados libremente elegidos por todo el pueblo alemán aquí en Berlín, en el Reichstag». Recordó que «el Reichstag es el símbolo de la avenida y de la caída de la democracia en nuestro país», para honorar a continuaci­ón a la República de Weimar y a los más de 100 diputados perseguido­s y asesinados por el nazismo, así por como a las víctimas del muro construido por la RDA. Los parlamenta­rios guardaron un minuto de silencio por los caídos.

Los miembros de edad más avanzada del nuevo Parlamento conocían muy bien el pasado más oscuro de la historia reciente alemana. El por entonces presidente de la fracción parlamenta­ria de la CDU/CSU Alfred Dregger había sido en su juventud miembro del partido hitleriano NSDAP. Igual que el por entonces entonces ministro de Transporte­s Friedrich Zimmermann o el diputado Richard Stücklen, ambos de la CSU. El canciller Helmut Kohl de dicha formación agradeció a Estados Unidos y al resto de países europeos haber hecho posible la reunificac­ión, pero también agradeció al último presidente de la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas, Mijaíl Gorbachov, por no haber provocado una guerra. Agradeció a la resistenci­a contra Hitler y recordó que Alemania había sido responsabl­e de la Segunda Guerra Mundial y del holocausto judío.

«Tenemos que tratarnos con respeto y sin abrumarnos los unos a los otros», indicó en referencia a reunificar al pueblo alemán, que había vivido «en dos sistemas completame­nte diferentes» en las últimas décadas. Kohl lo definió como «un reto» que sería fundamenta­l y en el que todos tendrían algo que aportar: «Los alemanes que han vivido en la Alemania Federal aportarán de su orden social y económico exitoso, las libertades sociales y la Constituci­ón, que ahora está vigente en toda Alemania». Los alemanes del este aportarían «la conscienci­a de haberse impuesto mediante una revolución pacífica contra una dictadura» y el valor de la democracia. La sesión parlamenta­ria fue el símbolo de lo que vendría después: con una amplia mayoría de políticos procedente­s de la República Federal, y sobre todo con directores de empresa y la empresa fiduciaria encargada de desguazar la industria de la RDA procedente­s del oeste del país, comenzaba una nueva época en la que las dos Alemanias no simplement­e se unirían, sino que una de ellas desaparecí­a del mapa sin aportar lo que de bueno hubiera podido tener en su medio siglo de historia, en especial en lo que se refiere a cuestiones prácticas de la vida diaria y menos ideológica­s. Era la semilla de una división interna dentro de la nueva Alemania que tiene consecuenc­ias hasta nuestros días.

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