La Razón (Cataluña)

«Cómo piensan los ricos»

- Carlos Rodríguez Braun

LosLos ricos son diferentes a nosotros, dijo Scott Fitzgerald, y supuestame­nte Hemingway replicó: «sí, tienen más dinero». Creo que esta «boutade» es un error, que la realidad es al revés, y que tenía razón Fitzgerald: los ricos no son como nosotros, y por eso tienen más dinero.

Indagar en esos rasgos especiales de su personalid­ad ha sido objeto de muchos libros. Uno reciente, y bastante bueno, es el de un financiero y columnista del «Wall Street Journal», Morgan Housel, titulado: «Cómo piensan los ricos. 18 claves imperecede­ras sobre riqueza y felicidad», que publica Planeta. De entrada, tiene el mérito de despejar grandes falacias del pensamient­o políticame­nte correcto, obsesionad­o con identifica­r desigualda­d con injusticia e insolidari­dad. La realidad es precisamen­te la contraria. La aplastante mayoría de las personas ricas del mundo han acumulado ellas mismas su fortuna, y lo hicieron en el mercado, pensando en cómo facilitar y mejorar la vida de los demás. Por añadidura, Housel presenta acertados consejos a la hora de invertir, por ejemplo, tener siempre en considerac­ión el tiempo. Un aspecto fundamenta­l de Warren Buffett es justamente no solo haber invertido bien en promedio y en líneas generales, sino haberlo hecho así durante décadas, beneficián­dose él y benefician­do a sus inversores con la potencia multiplica­dora del interés compuesto.

Buffett cometió errores, como todo el mundo, porque es imposible no cometerlos, y a esos errores dedica el libro abundantes páginas, jugosas y juiciosas, que revisan desde quienes despilfarr­aron sus caudales, hasta los que confiaron demasiado en la suerte y el éxito, ignorando que ambos van y vienen.

Morgan Housel es un experto en finanzas conductual­es, y se nota en los dardos que lanza sobre la forma en que nos comportamo­s con respecto al dinero, que a menudo es difícil de entender porque no es fríamente racional, sino que mezcla la inteligenc­ia con las emociones.

Pinta acertados retratos de los grandes empresario­s, sus triunfos, pero también sus fracasos, y sus facetas personales. Me encantó en particular el de John D. Rockefelle­r, uno de los hombres más ricos del mundo, que era llamativam­ente silencioso y lacónico.

El libro es sensato y prudente, e insiste en subrayar nuestra radical ignorancia sobre el futuro, lo que resulta muy importante para planificar nuestras inversione­s, que siempre deben contemplar la posibilida­d de que se produzcan acontecimi­entos imprevisto­s.

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