La Razón (Cataluña)

La Escuela de Música Reina Sofía cumple treinta años

- Gonzalo Alonso

No cabía duda: cuando Paloma O’Shea abrió la Escuela en Pozuelo, a través de la Fundación Albéniz, supimos que su ambición iba mucho más allá. La visité por vez primera junto a Alfredo Kraus, uno de sus primeros «catedrátic­os», y vi claramente su potencial. Era 1991 y su objetivo entonces –lo sigue siendo ahora– fue crear un centro de alta formación profesiona­l así como acercar la música clásica a la sociedad. No surgió de la nada, puesto que tenía sus raíces en el Concurso Internacio­nal de Piano de Santander nacido en 1972 y en las Clases Magistrale­s en colaboraci­ón con la Universida­d Menéndez Pelayo de aquella ciudad. Logró que se incorporar­an al proyecto personalid­ades como como Yehudi Menuhin, Mstislav Rostropóvi­ch, Daniel Barenboim, Zubin Mehta o Alicia de Larrocha. Ha llegado a convertirs­e en una de las escuelas más prestigios­as del mundo. Los mejores alumnos con los mejores profesores. Ha sabido conciliar, al servicio del arte, lo que tanta falta hace en las universida­des españolas: la educación, el mundo empresaria­l y la sociedad, gracias a no escatimar ni medios ni esfuerzos, a la imaginació­n y al tesón de su promotora o de otras personas como los añorados Federico Sopeña o Enrique Franco, y a reunir alumnos, profesores, patrocinad­ores, autoridade­s y personalid­ades de la vida cultural española.

Clave del éxito es el apoyo de un patrocinio privado que no ven sus aportacion­es como un donativo sino como una inversión cultural que les produce rendimient­os, porque los mecenas son tratados como clientes. Ese patrocinio, así como las siempre bienvenida­s pero escasas ayudas oficiales, hacen posible que la escuela pueda abrirse a todos los estudiante­s tengan o no medios, porque las becas y ayudas son muchas. Solo se exige talento. Los recursos económicos no pueden ni deben ser un condiciona­nte para que los jóvenes con capacidad reciban una educación de alto nivel. Una de las contrapart­idas más valoradas por los patrocinad­ores es la organizaci­ón de conciertos. Con ellos, los alumnos ganan en experienci­a artística y el mecenas rentabiliz­a su presencia en un proyecto de renovación pedagógica.

Además de la docencia en vivo hay mucho más, otras múltiples áreas relevantes, como el programa www.classicalp­lanet.com, que permite disfrutar y aprender con conciertos en vivo, o el impresiona­nte fondo didáctico de «Magister». ¿Qué precio tendrían hoy grabacione­s de las lecciones de Bach o Beethoven a sus alumnos? La tecnología no les alcanzó, pero la ESMRS acumula y ofrece miles de horas de enseñanza de los más relevantes músicos de las últimas décadas. Su Instituto de Cámara es un modelo en el género. La experienci­a didáctica, la imaginació­n y la permanente labor de investigac­ión en nuevas tecnología­s de la Escuela ayudarán a hacer posible que este «know-how» se traslade a las enseñanzas medias en lo que puede suponer un hito y una fuente de ingresos para la Escuela y la Fundación Albéniz.

La ESMRS contribuye a que España se haya situado, también en música, entre las naciones más avanzadas, y ello en unos tiempos que no son desde lugo fáciles. Nuestra enhorabuen­a por estos treinta años, que se celebrarán el próximo día 7 en el Teatro Real con la presencia de la Reina Sofía, un apoyo permanente de la Escuela, y mucha suerte en la gira que la ESMRS emprenderá a continuaci­ón. Se hace camino al andar.

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