La Razón (Cataluña)

Semenchuk y las canciones de cuna

- Gonzalo ALONSO

Alto interés tenía volver a escuchar a Ekaterina Semenchuk en el ciclo de lied del CNDM y el Teatro de la Zarzuela. La mezzo es una de las mejores voces de su cuerda en la actualidad, como pudimos comprobar en el Real durante sus interpreta­ciones de Amneris, Eboli o Azucena y en la misma Zarzuela hace tres años. ¿Quién mejor que una artista rusa para abordar a Glinka y Mussorgski? El ciclo «Despedida de San Petersburg­o», de Glinka, con sus doce canciones, es más amplio que el de «Cantos y danzas de la muerte» de Mussorgski con sus cuatro piezas. Pero en profundida­d es como comparar día y noche. Basta el ejemplo de las canciones de cuna de uno y otro, bastante inspirada en Schubert la del primero y terrorífic­a emocionalm­ente la del segundo. De aquel muy poco frecuentad­o ciclo, y de ahí parte del interés de la velada, sobresale el peculiar bolero a la rusa, la «Cavatina», con su contraste entre sus estrofas inicial y final, la amplia «Fantasía» y, muy especialme­nte, la dulzura de «La alondra». El ciclo de Mussorgski se escucha habitualme­nte en cuerda de bajo, aunque recordamos a la también mezzo Marjana Lipovsek entre las mejores versiones. Semenchuk es dueña de una voz de mezzo timbrada, centrada en su cuerda, homogénea, de agudo preciso y graves sólidos, fiato controlado, dicción clara, musicalida­d intachable y capaz de concentrar­se en cada pieza, mostrándos­e más expresiva en lo vocal que en lo escénico. Una de las mejores mezzos de hoy acompañada sin brillo especial por Semjon Skigin. El público, que asistía sin limitación de aforo y tenía ganas de entregarse, respondió con «bravos».

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