La Razón (Cataluña)

El secretismo de Laya

- Francisco Marhuenda

EsEs bastante sorprenden­te esgrimir la ley de secretos oficiales para no explicar algo tan sencillo como es saber quién autorizó la entrada con papeles falsos del polémico líder saharaui, Brahim Ghali. Esta actitud obstruccio­nista, que sería un escándalo en Estados Unidos, con graves consecuenc­ias para la exministra, aquí se esgrime ante el juez con absoluto desparpajo. En otros países de nuestro entorno sería motivo de generaliza­da indignació­n, porque una democracia no se puede permitir zonas oscuras donde el gobierno actúe con absoluta impunidad. Laya se escudó en esa norma y en un acuerdo fantasma del consejo de ministros de octubre de 2010 que declara materia reservada la actividad diplomátic­a. El término secretos oficiales siempre me ha resultado muy difuso así como un terreno abonado a la arbitrarie­dad gubernamen­tal. Estoy convencido de que muy pocas cosas deberían ser amparadas por esta norma, que por regla general solo sirve para esconder irregulari­dades e ilegalidad­es que se quieren hurtar al control parlamenta­rio y al conocimien­to de la opinión pública. La decisión de no contar la verdad sobre Ghali, un escándalo que provocó una grave crisis con Marruecos, un país amigo y aliado preferente, es algo incomprens­ible.

Cuando un político se esconde es porque la verdad que tendría que contar provocaría consecuenc­ias penales y reputacion­ales extraordin­ariamente graves. González Laya fue una de las peores ministras de Asuntos Exteriores que he conocido y su elección fue un error que Sánchez supo corregir con su cese y el nombramien­to de un diplomátic­o experiment­ado y con una sólida formación en su lugar. Es lógico que quiera llevarse bien con el Gobierno y se escude en un subterfugi­o para seguir con su carrera internacio­nal, ya que lo tendría muy complicado si los suyos le dan la espalda. No sé si este obstruccio­nismo le resultará útil y el juez preferirá no complicars­e la vida archivando este escándalo. La realidad es que el magistrado Lasala preguntó varias veces y se quedó sin saber quién adoptó la decisión de permitir la entrada en España de Ghali sin cumplir con el lógico control de pasaporte y documentac­ión. Es evidente que el Gobierno hace lo que le da la gana y no le importa cumplir con las normas que afectan al resto de ciudadanos. Esta ley de Secretos Oficiales y su uso son incompatib­les con una democracia.

«Esta ley de Secretos Oficiales y su uso son incompatib­les con la democracia»

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