Consulta del Papa para «una Iglesia distinta»
► Roma inaugura un sondeo popular para preparar un Sínodo de la Sinodalidad que busca reformar estructuras más participativas «como compromiso eclesial irrenunciable»
ArrancaArranca el mayor macro sondeo de la historia de la Iglesia. Francisco ha dado el pistoletazo de salida a una consulta que busca no solo llegar a los 1.345 millones de católicos del mundo, sino también a los no creyentes. Pero quiere ir todavía más allá. «Por una ‘Iglesia distinta’, abierta a la novedad de Dios, con docilidad y valentía». A modo de eslogan, el Papa mantiene su empeño de impulsar una conversión que haga de los templos «un lugar abierto, donde todos se sientan en casa y puedan participar». Con esta firmeza lo compartía ayer a los responsables de llevar las riendas de este CIS católico hasta el llamado Sínodo de la Sinodalidad que tendrá lugar en octubre de 2023. En estos cuatro días de puente español se perfilarán las bases del primer sondeo local que durará seis meses y que luego buscará recopilar sus conclusiones a nivel continental. El Sínodo de los Obispos es una asamblea creada por Pablo VI que se reúne de forma puntual cuando un Pontífice necesita asesoría o dar un paso al frente sobre una cuestión candente para la Iglesia: la familia, los jóvenes… Pero en este caso, Francisco ha querido darle un giro para que sea el propio funcionamiento eclesial el que se ponga sobre la mesa «para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento de nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad». En su discurso de apertura, buscó dejar claro que esto no es una ocurrencia personal que un portesínodo, ño se saca de la manga en una maniobra populista. Así, se remontó al Concilio Vaticano II, a Pablo VI y a Juan Pablo II, para justificar esa «participación auténtica» multitudinaria que ahora reclama. «Si falta una participación real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intenciones piadosas», comentó en alusión a posibles censuras e, incluso, vetos. «Todavía nos cuesta –admitió visiblemente serio– , y nos vemos obligados a constatar el malestar y el sufrimiento de numerosos agentes pastorales, de los organismos de participación de las diócesis y las parroquias, y de las mujeres, que a menudo siguen quedando al margen». «La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable», enfatizó. Detrás de todo este engranaje de cambios se encuentra el convencimiento teológico de Jorge Mario Bergoglio en el «sensus fidelium», que pasa por saber descubrir lo que Dios dice a través de lo que dice su pueblo, sin caer en una mera realidad sociológica de una opinión mayoritaria. Esto se traduce en la imagen de la pirámide invertida que también le gusta utilizar al Papa, en la que la cúspide que representarían el Papa, cardenales y obispos se sitúan al servicio y a la escucha de los fieles antes de tomar decisiones. «Estamos llamados a la unidad, a la comunión, a la fraternidad que nace de sentirnos abrazados por el amor divino, que es único. Todos, sin distinciones, y en particular nosotros pastores», dejó como recado a los prelados. Allí mismo, recogieron el guante los dos cardenales que ha elegido para que capitaneen esta consulta universal. Por un lado, el arzobispo de Luxemburgo, Jean-Claude Hollerich, como relator general del «un gigantesco rompecabezas en el que todos pueden participar, especialmente los más pobres, los que no tienen voz, los que están en la periferia». «Las páginas están en blanco, vosotros tenéis que rellenarlas», propuso. Mientras, el secretario general del Sínodo, Mario Grech, se dirigió a quienes miran con el colmillo afilado a esta apuesta bergogliana: «Algunos hermanos y hermanas todavía se sienten inseguros y temerosos de este camino, dejado deliberadamente abierto en cuanto a las ‘‘supuestas’’ decisiones a tomar». «No tengáis miedo de hacernos saber vuestros temores», les dijo tendiéndoles la mano. Precisamente por las diferentes interpretaciones que se le puede dar al concepto «sinodalidad», al igual que ante otras reformas de su pontificado, Francisco se ha topado con no pocas resistencias de diócesis que ya han dejado caer una huelga de brazos caídos ante la encuesta. A él no le pilla de nuevas. Por eso advirtió de que todo se quede en un mero «formalismo» que reduzca este proyecto a «un evento extraordinario, pero de fachada». Tampoco quiere el Papa que se caiga en un «intelectualismo» que convierta el Sínodo en «una especie de grupo de estudio, con intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de
la Iglesia y los males del mundo». En ese lenguaje coloquial al que acostumbra, Francisco se negó a que se diluya en «una suerte de hablar por hablar, donde se actúa de forma superficial y mundana». Pero si algo le preocupa es que se caiga en el «inmovilismo» que lleve a adoptar «soluciones viejas para problemas nuevos». Frente a ello, el Papa dibuja «una Iglesia de la cercanía que, no sólo con las palabras, sino con la presencia, establezca mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo». Como hiciera hace ocho años cuando llegó a la sede de Pedro, reivindicando una Iglesia de los pobres y para los pobres, ayer reición, vindicó «una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios». En este viaje a la corresponsabilidad en la Iglesia que inauguró oficialmente ayer el Papa hay embarcados seis españoles elegidos por la Santa Sede para participar en las diferentes comisiones encargadas de tutelar esta vía sinodal. Fue una mujer, teóloga y aragonesa, la primera en tomar la palabra en el foro, un signo más que visible del rostro de esa ‘Iglesia distinta’ de Francisco. Y no una mera alocusino alocusino un meditación a partir de una lectura del Apocalipsis, reflejo de darle protagonismo a ellas, como intérpretes de la Biblia. «Iniciamos un proceso espiritual, que eso es la sinodalidad, y lo hacemos con esperanza, decisión, y hambre de conversión para aprender a vivir, de verdad y humildemente, que los mejores puestos en la Iglesia no son los exclusivos y los que separan, sino los que, desde el servicio, inducen al perdón, la reconciliación, y el encuentro”, expuso la investigadora Cristina Inogés, conocida en España por su faceta como escritora de obras como «No quiero ser sacerdote» o «Beguinas, memoria herida» (PPC Editorial).
Francisco ha querido que sea el propio funcionamiento de la Iglesia el que se ponga sobre la mesa
El Papa se ha topado con la oposición de varias diócesis, que han anunciado una huelga «de brazos caídos»