La Razón (Cataluña)

Consulta del Papa para «una Iglesia distinta»

► Roma inaugura un sondeo popular para preparar un Sínodo de la Sinodalida­d que busca reformar estructura­s más participat­ivas «como compromiso eclesial irrenuncia­ble»

- José Beltrán. MADRID

ArrancaArr­anca el mayor macro sondeo de la historia de la Iglesia. Francisco ha dado el pistoletaz­o de salida a una consulta que busca no solo llegar a los 1.345 millones de católicos del mundo, sino también a los no creyentes. Pero quiere ir todavía más allá. «Por una ‘Iglesia distinta’, abierta a la novedad de Dios, con docilidad y valentía». A modo de eslogan, el Papa mantiene su empeño de impulsar una conversión que haga de los templos «un lugar abierto, donde todos se sientan en casa y puedan participar». Con esta firmeza lo compartía ayer a los responsabl­es de llevar las riendas de este CIS católico hasta el llamado Sínodo de la Sinodalida­d que tendrá lugar en octubre de 2023. En estos cuatro días de puente español se perfilarán las bases del primer sondeo local que durará seis meses y que luego buscará recopilar sus conclusion­es a nivel continenta­l. El Sínodo de los Obispos es una asamblea creada por Pablo VI que se reúne de forma puntual cuando un Pontífice necesita asesoría o dar un paso al frente sobre una cuestión candente para la Iglesia: la familia, los jóvenes… Pero en este caso, Francisco ha querido darle un giro para que sea el propio funcionami­ento eclesial el que se ponga sobre la mesa «para seguir adelante juntos, para escucharno­s recíprocam­ente y para comenzar un discernimi­ento de nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad». En su discurso de apertura, buscó dejar claro que esto no es una ocurrencia personal que un portesínod­o, ño se saca de la manga en una maniobra populista. Así, se remontó al Concilio Vaticano II, a Pablo VI y a Juan Pablo II, para justificar esa «participac­ión auténtica» multitudin­aria que ahora reclama. «Si falta una participac­ión real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intencione­s piadosas», comentó en alusión a posibles censuras e, incluso, vetos. «Todavía nos cuesta –admitió visiblemen­te serio– , y nos vemos obligados a constatar el malestar y el sufrimient­o de numerosos agentes pastorales, de los organismos de participac­ión de las diócesis y las parroquias, y de las mujeres, que a menudo siguen quedando al margen». «La participac­ión de todos es un compromiso eclesial irrenuncia­ble», enfatizó. Detrás de todo este engranaje de cambios se encuentra el convencimi­ento teológico de Jorge Mario Bergoglio en el «sensus fidelium», que pasa por saber descubrir lo que Dios dice a través de lo que dice su pueblo, sin caer en una mera realidad sociológic­a de una opinión mayoritari­a. Esto se traduce en la imagen de la pirámide invertida que también le gusta utilizar al Papa, en la que la cúspide que representa­rían el Papa, cardenales y obispos se sitúan al servicio y a la escucha de los fieles antes de tomar decisiones. «Estamos llamados a la unidad, a la comunión, a la fraternida­d que nace de sentirnos abrazados por el amor divino, que es único. Todos, sin distincion­es, y en particular nosotros pastores», dejó como recado a los prelados. Allí mismo, recogieron el guante los dos cardenales que ha elegido para que capitaneen esta consulta universal. Por un lado, el arzobispo de Luxemburgo, Jean-Claude Hollerich, como relator general del «un gigantesco rompecabez­as en el que todos pueden participar, especialme­nte los más pobres, los que no tienen voz, los que están en la periferia». «Las páginas están en blanco, vosotros tenéis que rellenarla­s», propuso. Mientras, el secretario general del Sínodo, Mario Grech, se dirigió a quienes miran con el colmillo afilado a esta apuesta bergoglian­a: «Algunos hermanos y hermanas todavía se sienten inseguros y temerosos de este camino, dejado deliberada­mente abierto en cuanto a las ‘‘supuestas’’ decisiones a tomar». «No tengáis miedo de hacernos saber vuestros temores», les dijo tendiéndol­es la mano. Precisamen­te por las diferentes interpreta­ciones que se le puede dar al concepto «sinodalida­d», al igual que ante otras reformas de su pontificad­o, Francisco se ha topado con no pocas resistenci­as de diócesis que ya han dejado caer una huelga de brazos caídos ante la encuesta. A él no le pilla de nuevas. Por eso advirtió de que todo se quede en un mero «formalismo» que reduzca este proyecto a «un evento extraordin­ario, pero de fachada». Tampoco quiere el Papa que se caiga en un «intelectua­lismo» que convierta el Sínodo en «una especie de grupo de estudio, con intervenci­ones cultas pero abstractas sobre los problemas de

la Iglesia y los males del mundo». En ese lenguaje coloquial al que acostumbra, Francisco se negó a que se diluya en «una suerte de hablar por hablar, donde se actúa de forma superficia­l y mundana». Pero si algo le preocupa es que se caiga en el «inmovilism­o» que lleve a adoptar «soluciones viejas para problemas nuevos». Frente a ello, el Papa dibuja «una Iglesia de la cercanía que, no sólo con las palabras, sino con la presencia, establezca mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo». Como hiciera hace ocho años cuando llegó a la sede de Pedro, reivindica­ndo una Iglesia de los pobres y para los pobres, ayer reición, vindicó «una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidad­es y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantad­os con el bálsamo de Dios». En este viaje a la correspons­abilidad en la Iglesia que inauguró oficialmen­te ayer el Papa hay embarcados seis españoles elegidos por la Santa Sede para participar en las diferentes comisiones encargadas de tutelar esta vía sinodal. Fue una mujer, teóloga y aragonesa, la primera en tomar la palabra en el foro, un signo más que visible del rostro de esa ‘Iglesia distinta’ de Francisco. Y no una mera alocusino alocusino un meditación a partir de una lectura del Apocalipsi­s, reflejo de darle protagonis­mo a ellas, como intérprete­s de la Biblia. «Iniciamos un proceso espiritual, que eso es la sinodalida­d, y lo hacemos con esperanza, decisión, y hambre de conversión para aprender a vivir, de verdad y humildemen­te, que los mejores puestos en la Iglesia no son los exclusivos y los que separan, sino los que, desde el servicio, inducen al perdón, la reconcilia­ción, y el encuentro”, expuso la investigad­ora Cristina Inogés, conocida en España por su faceta como escritora de obras como «No quiero ser sacerdote» o «Beguinas, memoria herida» (PPC Editorial).

Francisco ha querido que sea el propio funcionami­ento de la Iglesia el que se ponga sobre la mesa

El Papa se ha topado con la oposición de varias diócesis, que han anunciado una huelga «de brazos caídos»

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REUTERS El Papa en un momento de la sesión de apertura de ayer del Sínodo de Obispos en Roma

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