«Algunos abuchean a un presidente y aplauden a una cabra»

AlfonsoAlfonso Guerra, que sabe más por viejo y por diablo político en el sentido más favorable al personaje, ha intercedido en el abucheo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el desfile del 12 de octubre. «Hay personas que abuchean a un presidente y aplauden a una cabra. Cada uno elige quien le representa mejor». En principio, cabría colegir que la sonora protesta no fue de su agrado. Siempre queda ese rescoldo del político veterano o de versado socialista que activa un instinto de solidaridad institucional con el abroncado. Aunque con Pedro Sánchez de por medio tampoco es descartable un regusto dulce ante la desarreglada escena. En principio, el catón democrático impone que los ciudadanos deben respetar a sus representantes y la crítica debe quedar relegada a los foros adecuados. Claro que todo sería más sencillo si los gobernantes tuvieran en consideración a los gobernados, incluso que se esforzaran en no atropellar la Constitución cuando arrumban los derechos fundamentales de la gente. Nadie es perfecto, por lo visto. En este punto, contraponer al prócer de turno con la cabra, pues, qué quieren que les diga, como en la canción del gran Pau Donés, «depende ¿de qué depende?» O sea que hay políticos y políticos y cabras y cabras. Seguro que los animalistas son más sensibles a estos matices y comparten la premisa de que podemostoparnosconHomosapiens que tiran al monte y cornúpetas que son de la familia. En el caso de La Legión Española, el macho cabrío es el símbolo de este cuerpo militar, uno de los más admirados por los españoles, de los de mayor prestigio y servicio a la nación e instante cumbre de los desfiles. Así se entiende todo.