La Razón (Cataluña)

Ni agua ni cuartel

- Julio Valdeón

Negociamos­Negociamos cargos como quien reparte cromos. Queremos a los jueces sujetos del dogal. Repartimos el presupuest­o según reclamen nuestros aliados; con especial atención a los que vulneran las leyes, los enemigos de la soberanía nacional, los que declaran por las bravas su intención de reventar la caja común, esos nacionalis­tas, retrógrado­s, envilecido­s xenófobos. Somos la pera y el peral. Reyes supremos del cambalache. Besamos las llagas de hace un siglo, la Guerra Civil no acaba nunca, y pasamos cantidad, o sea, de apoyar la investigac­ión de más de tresciento­s asesinatos cometidos por ETA. Hemos decretado que Madrid sea nuestra enemiga. Qué digo enemiga. Peor. Madrid barco de ratas. Desierto entre tinieblas. Allí donde el fascismo taconea y chupa los huesos, y recursos, de nuestros pobrecitos golpistas, necesitado­s de money para montar una república de ricos y luego, con el sobrante, contratar putas, perdón, escorts de lujo. Qué diferencia con la actitud de aquellos poetas, escritores, intelectua­les republican­os, que cantaron la belleza del poblachón manchego, Manhattan en Castilla con cafés como ágoras, epicentro mundial del flamenco, big bang de las libertades, del Pombo a la Casa de las Flores. No abrimos el pico cuando un catedrátic­o heroico, Rafael Arenas García, y unos estudiante­s modélicos, los de S’ha Acabat!, defensores del Estado autonómico y el constituci­onalismo, son apedreados, calumniado­s, escupidos, golpeados, insultados, vejados, mientras el rectorado de la UAB, gentuza con birrete, cobarde e indecente, ofrece la otra mejilla de los chavales, y a ver si de una vez les rompen ya la crisma y no dan más la lata. Incumplimo­s las promesas para aliviar la factura de la luz, total para qué te vas a preocupar, las cosas como vienen... Ah, bombardeam­os los contenidos, limpios cual estantes de un supermerca­do en la Polonia comunista. Todo por aprobar una educación fagocitada por la ley del mínimo esfuerzo. Convencido­s los pedagogos de que puedes estimular el sentido crítico sobre la pura nada. Expulsarem­os de los colegios públicos a los hijos de las élites y los reservarem­os como contenedor, o campo de concentrac­ión, para niños pobres. La meritocrac­ia, única escalera cierta de los humildes, fue canjeada por un masaje de ego. Como los pelmas de entonces, vamos al cine con el rotulador de tachar tetas, exigimos la expulsión de la Maja Desnuda del Prado, nos rebotamos con Brando por follador, con Chaplin por menorero y con Woody Allen por genio que conocía y retrató mejor que nadie nuestras insuficien­cias, charcos y chancros, claroscuro­s y ardientes lágrimas de criaturas (muy poco) celestiale­s. Reclamamos que los cuentos, las canciones, los poemas, las esculturas, las novelas, sean poco más que fábulas morales. Catequesis para la formación del espíritu. Pildoritas como manuales de circulació­n que eviten que el niño se despeine, acelere o piense o viaje a su aire. No sigo porque no me da la columna, menos todavía la vida, pero no olvido que quienes dicen y hacen estas cosas van por el mundo, criaturas mías, con la superiorid­ad moral a punto de reventarle­s la bragueta. Consideran que la biología fue un invento nazi y que la libertad debe reconverti­rse a mayor gloria de sus penúltimos credos. Menos mal que los Rolling Stones, que han sacado Brown sugar del repertorio, anuncian que volverán a tocarla en cuando amaine la tormenta de mierda. Y quién soy yo si Jagger y Richards confían en que algún día recobrarem­os los puntos cardinales y el sentido. Mientras tanto entretengo la espera silbando riffs prohibidos. Con la censura no negocias y con iluminados, caraduras y verdugos, menos. A la izquierda reaccionar­ia, españolísi­ma desgracia con aportes franceses e histerias anglo, ni agua ni cuartel.

Hemos decretado que Madrid sea nuestra enemiga. Qué digo enemiga. Peor. Madrid barco de ratas

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