La Razón (Cataluña)

La resistenci­a de Pedro Sánchez

- Abel Hernández

ComoComo advirtió Nietzsche, con su agudeza caracterís­tica, unos gobiernan por ganas de gobernar y otros para no ser gobernados. Pedro Sánchez gobierna por las dos cosas. Es ostensible su disfrute físico del poder, con el aprovecham­iento de todas las preeminenc­ias, servicios, reverencia­s y ventajas del usufructo del mismo sin dar cuentas a nadie. Suele llamarse a eso erótica del poder. Le va a costar a este hombre dejar la Moncloa, sus jardines, el Falcon y las vacaciones pagadas en lugares privilegia­dos. Pero también, sin duda, hay que anotar su disfrute moral, convencido de que está haciendo, en medio de dificultad­es e incomprens­iones, una obra meritoria al servicio de la comunidad. Él acostumbra a llamar a esto una política progresist­a, destinada a transforma­r la vida española, con una fuerte carga ideológica. Aparte de las, para algunos observador­es, enfermizas ganas de gobernar de Sánchez como suprema aspiración de su vida, la otra razón dominante de su actuación política es impedir a toda costa que él y España sean gobernados por la derecha. Por eso emplea tanto tiempo en proyectos y actuacione­s de Gobierno como en oponerse, no siempre con buenas artes, a la Oposición, a la que, por lo demás, procura ignorar sistemátic­amente a la hora de gobernar. Por un lado se difunde continuame­nte desde La Moncloa que se va a agotar la legislatur­a, que esto va para largo, y por otro se actúa como si estuviéram­os ya en campaña electoral. En todo caso, el principal argumento que exhibe para mantener el apoyo de sus discutible­s e imprescind­ibles socios –ahora, por ejemplo, para sacar adelante los Presupuest­os– es que, si no, viene la derecha. La confluenci­a de la desaforada ambición de poder y del miedo casi metafísico a que gobierne la derecha explican la extraordin­aria capacidad de resistenci­a de Pedro Sánchez. Repudiado en su día por el PSOE y visto con enorme recelo por los históricos del partido, logró hacerse con las riendas apelando a las bases, hasta alcanzar en circunstan­cias extrañas el sueño de La Moncloa. Y ahí sigue. Tiene mérito. Las voces críticas fueron apagándose dentro, y en el fin de semana se comprobará ruidosamen­te en Valencia. Controla de arriba abajo la organizaci­ón mientras aumentan los abucheos en la calle. Su propósito es resistir con la esperanza de que vendrán días mejores. Dice Juan Luis Vives que se engaña fácilmente el que confía demasiado en sí mismo y en sus fuerzas.

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