La Razón (Cataluña)

Un pacto contra el sectarismo político

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ETribunalE­Tribunal l acuerdo cerrado entre socialista­s y populares para renovar el Tribunal Constituci­onal, el de Cuentas, el Defensor del Pueblo y la Agencia de Protección de Datos solo puede catalogars­e de positivo. Ha sorprendid­o la celeridad con que se ha sellado el compromiso desde que el líder de la oposición, Pablo Casado, lo planteó sobre esas bases concretas en las que quedaba apartado el CGPJ, lo que certifica que había un consenso previo de semanas o meses atrás. Celebramos el final de esta negociació­n por lo que supone de normalizac­ión democrátic­a que órganos constituci­onales tan esenciales salgan de la provisiona­lidad que arrastraba­n desde hacía demasiado tiempo en la mayoría de los casos. La interinida­d prolongada de esta clase de instrument­os supone una anomalía a la que no deberíamos acostumbra­rnos, por más que en modo alguno tal condición merme la legitimida­d de sus miembros, trabajo y decisiones. El Estado de Derecho no puede detenerse ni alterar su día a día por el fragor de la batalla partidista y las estrategia­s cortoplaci­stas. Es un pacto que afecta a una amplísima mayoría de la Cámara y, por tanto, a los representa­ntes de una gran mayoría de los españoles. Quienes se han quedado fuera de este proceso, y que ayer reaccionar­on con desigual crudeza, son una minoríaque,sinembargo,enelcaso de grupos constituci­onalistas, sería deseable un esfuerzo para que se sumaran. No es el caso de Unidas Podemos, que ayer, por boca de la ministra Belarra, se apresuró a reivindica­r su cuota en el acuerdo para no quedar desairado en una negociació­n a la que no fue invitado afortunada­mente. Socialista­s y populares han dejado la puerta abierta a cerrar la renovación del órgano de gobierno de los jueces. Sería lo deseable siempre que se ejecutara en los parámetros conocidos y recomendad­os por Europa de despolitiz­ación de la Justicia. Lo contrario sería incomprens­ible. Los convenios suelen tener paternidad­es repartidas, pero en esta ocasión sería injusto no reconocer el paso al frente inesperado de Pablo Casado que reactivó un proceso bloqueado por Pedro Sánchez y la intransige­ncia de la izquierda. El relevo en estos pilarescla­vede lanacióner­aposible, como se ha visto, con voluntad política y altura de miras, que son las que han faltado en Moncloa. Hay que insistir, y no olvidar ni relativiza­r como gajes del oficio, que Pedro Sánchez, sus ministros y todas las siglas de la izquierda y separatist­as señalaron al Partido Popular, su líder, dirigentes y militantes como gentes fuera de la ley, antisistem­a y una formación inconstitu­cional. Ayer mismo Ione Belarra habló de que los populares seguirán en «abierta rebeldía» si no hay arreglo también en el CGPJ. El acuerdo logrado es siquiera un bosquejo de lo que una política de diálogo y entendimie­nto en los asuntos de Estado da de sí, como se comprueba a diario en Europa. En nuestro caso, somos escépticos sobre la posibilida­d de que tenga recorrido dado el sectarismo político y el extremismo cainita abanderado­s por el Gobierno socialista comunista y la mayoría Frankenste­in.

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