La Razón (Cataluña)

Sánchez: la calle es su espejo

- Jorge Fernández Díaz

HanHan sido noticia estos días los abucheos e insultos recibidos por Sánchez con ocasión del desfile de las Fuerzas Armadas. Aunque no es la primera vez que se producen, la magnitud de los mismos en esta ocasión –no insonoriza­dos por TVE– le ha dado un relieve que ha motivado un debate en diferentes instancias, incluso en las propias filas del Gobierno. Quiero dejar sentada mi opinión claramente contraria a cualquier insulto o vejación en el espacio público dirigida a cualquier persona, que incluye por supuesto a quienes ejercen responsabi­lidades de cualquier tipo. Pero es oportuno intentar aportar luz a la cuestión en la medida en que estos hechos es más que previsible que se repitan. La libertad de expresión en el espacio público forma parte de una democracia, siempre que no sea incompatib­le con otros derechos y libertades amparadas por la ley. Por ello, este debate no tiene lugar en sociedades no democrátic­as, donde solo cabe el aplauso enfervoriz­ado al líder de turno. No siendo alternativ­a fácil el imponer silencio a los ciudadanos en la vía publica, lo primero que habría que preguntars­e es si Sánchez es el único en recibirlas. La respuesta es evidente: todos los políticos sin excepción reciben muestras de rechazo cuando concurren en la vía publica. Para bien o para mal, suele decirse que es «una carga que va en el cargo». Lo que debería preguntars­e Sánchez es por qué concita tanto rechazo cuando se da la ocasión. Las Fuerzas Armadas de un país encarnan lo que es la Patria y garantizan su orden constituci­onal, soberanía, integridad territoria­l e independen­cia. Pero los socios parlamenta­rios de Sánchez –los integrante­s del «bloque político de la moción de censura» que él ha colocado «en la dirección del Estado»– han sido los primeros en boicotear esta jornada al no suscribir ni uno solo de esos valores y principios. Algunos incluso han sido juzgados, condenados y por él indultados sin expresar arrepentim­iento. Otros implantaro­n en España los «escraches», definidos como «jarabe democrátic­o». Por si ello fuera poco, que no lo es, debería considerar que muchos ciudadanos se sienten engañados por él, y no solo los que no le votaron. Debería recordar que fue él quien garantizó en vísperas de las elecciones repetidas de 2019, que no pactaría con Podemos porque si no «el 95% de los españoles no dormiría tranquilo». Y que repetiría «si fuera preciso siete veces, que nunca pactaría con Bildu»; y lo que prometió sobre los indultos a los juzgados y condenados del Procés… y así con todo. Si tuviera presente que ha mentido a los españoles en cuestiones que afectan a la esencia de la Nación española, él y su Gobierno podrían entender el motivo de ese rechazo en un acto que representa todo lo contrario de lo que sus aliados desean y persiguen. Deberían recordar a Quevedo en aquellos versos inspirados por la airada reacción de una anciana que, al mirarse en un espejo, lo rompió malhumorad­a: «Modificar la cara importa, que el espejo no hay porqué». La calle es su espejo, señor Sánchez.

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