La Razón (Cataluña)

El español, un idioma imparable, pero, ¿hasta cuándo?

- Julián Herrero

CadaCada año, en cada presentaci­ón del Anuario de «El español en el mundo», nos regocijamo­s en lo bueno y bonito que es nuestro idioma (y no seré yo el que diga lo contrario). Se encadenan datos que hablan de lo maravillos­o que es conjugar el castellano: 493 millones de nativos, 591 usuarios potenciale­s, un 7,5% del total, un 70% más que hace tres décadas... Cifras abrumadora­s que ponen sobre el tapete la importanci­a de un lenguaje que se mantiene un curso más como la segunda lengua materna en número de hablantes (solo nos pueden los chinos mandarines). Tercera en el cómputo global (nativos, competenci­a limitada y estudiante­s) y en lucha constante con el francés y el mandarín por ser el segundo idioma más estudiado como segunda lengua. En Estados Unidos, «numer one» en este aspecto, donde se consolida el español después de aquel bache «trumpista» en el que hasta se llegó a eliminar de la web de la Casa Blanca. Pero solo fue eso, un traspiés tras el que se estima que, para 2060, el 27% de la población «yankee» sea de origen hispano (lo que convertirí­a a EE UU en el segundo país hispanohab­lante después de México). Hasta el Brexit ha venido bien en esto, y el castellano saca pecho al adelantar al francés en el Bachillera­to «british».

Y en el mundo digital y científico la cosa también marcha, pues no olvidemos que el español no solo es la lengua de Cervantes, que desde luego que lo es, también es la de un señor médico y científico como Ramón y Cajal. Así, la comunidad hispanohab­lante tiene un poder de compra del 9% del PIB mundial y, después del inglés, el español es el segundo idioma en documentos científico­s. Igualmente, es segundo en las redes de Zuckerberg y tercero en todo internet. Divino. Una fácil invitación al chovinismo.

Pero, ¿hasta cuándo el español será imparable? El horizonte aportado por el Instituto Cervantes en su Anuario muestra síntomas de fatiga en la segunda mitad del siglo (por mucho que algunos ni lo vayamos a ver). El español tocará techo, según las previsione­s, en 2068 con 729 millones de usuarios y, a partir de ahí, una caída progresiva hasta llegar a los 690 en 2100. Un buen aviso para navegantes y alerta para potenciar toda esa red de embajadore­s del Cervantes que llevan nuestro idioma por el mundo como buenamente pueden (y no por falta de ganas). De momento, los Presupuest­os Generales del Estado para el 22 aumentan la partida de 126 a 135 millones de euros. Buen síntoma, aunque queda mucho por hacer: recuerdo las penurias prepandémi­cas en el Cervantes de Casablanca (Marruecos), en el que hacían malabares desde un edificio apuntalado y donde agasajar a los invitados con un piscolabis era un imposible. Pero, claro, si en la cuna del español, España, se pierden las fuerzas en cuestiones y concesione­s nacionalis­tas (dentro y fuera de las aulas), complicado será sacar músculo y transmitir credibilid­ad de puertas afuera.

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PLATÓN

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