La Razón (Cataluña)

CGPJ: cuán largo me lo fiais

- Francisco Marhuenda

NoNo hay duda de que nuestros políticos se toman a veces los temas importante­s con una enorme calma. Nuestros clásicos están llenos de referencia­s a esta deleznable práctica. Todos recordamos la expresión del Quijote de «Cuán largo me lo fiais, amigo Sancho». Es, sin duda, un grato tópico literario, pero está bien que lo utilicemos cuando convenga. Lo encontramo­s en otras obras como «El burlador de Sevilla», de Tirso de Molina, o «Don Juan Tenorio», de Zorrilla. Ha sido siempre muy oportuna, porque refleja ese espíritu hispano de alargar en el tiempo un asunto e incluso esperar a que quede en el olvido. Es algo que percibo cada vez que alguien tiene la ocurrencia política de crear una comisión o un grupo de estudio. He de reconocer que hasta este jueves pensaba que para la renovación de los órganos constituci­onales podíamos acudir al «cuán largo me lo fiais amigos Sánchez y Casado». Un mal de nuestra política debe ser que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición se detestan por encima de lo que sería razonable. En el caso actual, la relación no puede ser peor, aunque en alguna ocasión, pocas por cierto, guardan las formas. La realidad es que Casado anunció su propuesta de negociar el miércoles y ese mismo día lo resolvían Bolaños y García Egea en una reunión improvisad­a sin mayores problemas. La consiguien­te pregunta es por qué han tardado tanto. Los hagiógrafo­s sanchistas, muchos de los cuales eran sus viscerales detractore­s hasta que llegó a La Moncloa, culparán al PP que, por definición, es la encarnació­n de todos los males políticos y lo más aproximado a las plagas de Egipto en versión parlamenta­ria. Por supuesto, la otra interpreta­ción pasa por culpar a Sánchez, que es la reencarnac­ión de Samael, aunque tras su periplo estadounid­ense algunos pensarán podría ser Asmodeus. Me quedo con que son dos políticos que se lleva fatal, algo que no sorprende ni a tirios ni troyanos. Ahora han resuelto lo que era desde el primer momento muy fácil, aunque llevábamos años pendientes de la renovación de Tribunal Constituci­onal, el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo, que, por cierto, es un gran chollo. En cambio, el CGPJ queda para largo, aunque nunca se sabe si volverá a imperar el sentido común.

«Son dos políticos que se llevan fatal, algo que no sorprende ni a tirios ni troyanos»

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