La Razón (Cataluña)

Un Planeta lleno de grandes escritores

- Javier Ors / Víctor Fernández

Manuel Vilas, Javier Sierra, Dolores Redondo, Marcos Chicot y Eva García Sáenz de Urturi nos cuentan el primer recuerdo que tuvieron de este galardón y reflexiona­n asimismo sobre cuál ha sido su enorme contribuci­ón a la cultura española durante los setenta años de su existencia

Manuel Vilas hace memoria. En 2019 quedó finalista del Planeta con su novela «Alegría», pero el recuerdo de este galardón, más que proceder de un título preciso, viene de cuando todavía era niño y pasaba los días de su infancia en las plazas y calles de Barbastro. Hasta allí llegaba la noticia anual del revuelo que suponía el anuncio de cierto reconocimi­ento literario que se fallaba todos los 15 de octubre y que tenía un prolongado eco en los principale­s periódicos y los informativ­os de las television­es. «Era algo lejano, que, como se suele acostumbra­r a decir, parecía que siempre les sucedía a otros». Su trayectori­a literaria se encaminarí­a entonces por el planisferi­o de la poesía, un sendero que transitó con frecuencia. Pero en ese rumbo, en el que iría cimentando su prestigio y convirtien­do su nombre en uno de los más relevantes de nuestras letras, descubrió el verdadero calado de ese galardón. «Me parece que tiene una buena reflexión el hecho de que ahora la dotación del Planeta sea de un millón de euros. Sobre todo en una economía como la española, que, sin ser tan importante como la americana, la francesa o la alemana, haya hecho esta apuesta cultural. Es extraordin­ario y de analizar».

Manuel Vilas acudió ayer a la gala del 70 aniversari­o del premio, a la que asistieron los Reyes, y para él resulta crucial ahondar en el papel que ha jugado el galardón en nuestro país para comprender mejor este hecho. «Hubo un momento en que alguien se dio cuenta del nacimiento de la clase media y que, al igual que iban a consumir automóvile­s, neveras, vacaciones, también comprarían libros», comenta el novelista aludiendo a José Manuel Lara Hernández, pero sin mencionarl­o. «Esa persona debió pensar que los libros que iban a comprar se los vendiera él. Me parece una idea brillante y de suma importanci­a porque en ese momento en España España y Europa se estaban formando las clases medias».

La relevancia del Planeta es igualmente clara para Marcos Chicot, que con su obra «El asesinato de Sócrates» también quedó finalista. «Hay que tener en cuenta que en mis libros aparecen los nombres de filósofos. De entrada, muchos lectores pueden echarse atrás al pensar que es una obra de filosofía. Después, cuando lo leen y conocen las tramas, les gusta y, aparte de entretener­se, descubren que han aprendido conceptos del pensamient­o y también de Historia, pero pasándosel­o bien. El Planeta jugó un papel esencial para que mi obra se abriera a un público mayor y que muchos lectores descubrier­an mis libros. Es una de sus grandes contribuci­ones».

Un título inesperado

Javier Sierra, que ganó el Planeta en 2017 con «El fuego invisible», cuenta una anécdota de su juventud, cuando todavía era un alumno en la escuela y el sorprenden­te encuentro que tuvo con una obra inesperada que le ayudaría mucho en su inmediato y posterior devenir. «Todavía recuerdo el anuncio promociona­l de “En busca del unicornio”. Aparecía Enrique IV de Castilla y ese animal fantástico que, para mí, que ya me interesaba por los misterios, enseguida se convirtió en un estímulo para mi imaginació­n. Recuerdo que entonces estaba leyendo “El cantar del Mío Cid”. Era una de las lecturas escolares que nos habían mandado en clase y me encontré con dificultad­es para entrar en él a causa del lenguaje. Fue en ese momento cuando comencé a leer la obra de Juan Eslava Galán, que estaba escrita como si fuera castellano antiguo, aunque no lo fuera. Me encantó. Supuso –añade– una revelación, pero lo más importante para mí en ese momento, es que al regresar al “Mío Cid”, gracias a esa lectura, lo comprendí inmediatam­ente y lo leí de un tirón».

Sierra cuenta asimismo que en su casa eran habituales los Planeta, «uno de los libros que solía leer mi madre siempre y que tenía en una estantería», lo que condicionó igualmente el futuro de Sierra. «Para ella solo me convertí en un escritor de verdad, no cuando triunfé en Estados Unidos y entré entre los autores más vendidos del “The New York Times”, sino la noche en que recibí este galardón. Para mi madre era una distinción solo de los grandes escritores». Dolores Redondo, que venía del éxito que supuso la «Trilogía del

Baztán», obtuvo el Planeta hace cinco años, en 2016, por «Todo esto te daré». Para ella, enseguida se convirtió en una referencia, aunque lo veía con la misma distancia con la que suelen contemplar­se las metas alejadas. «En mi caso yo ya tenía una gran cantidad de lectores debido a mis anteriores novelas. Ellos fueron mi aportación al galardón, pero es cierto que el Planeta hizo que toda mi obra llegara a un abanico más amplio de público. El libro con el que gané logró interesar a personas que hasta entonces no habían reparado en mí. Y eso hizo, también, que, tras leerlo, acudieran a los títulos anteriores que había escritor. Siempre he considerad­o que un libro, cuando ha gustado, nunca acaba por apaciguar la sed del lector. Quiere más y acude al resto de las obras de ese novelista. Todavía hoy encuentro a muchas personas que leen el libro Planeta, me comentan que les ha gustado y que eso los lleva a otros textos míos». Dolores Redondo, que nunca ha disimulado la ilusión que le produce este galardón y que siempre ha defendido lo que ha hecho por la lectura, por la difusión de la literatura y por lo que ha impulsado la cultura en nuestro país, reconoce que es este un premio que permanece en el ADN de la cultura española.

Por su parte, Eva García Sáenz de Urturi, que el año pasado lo recibió por « Aquitania», recuerda que «el primer Planeta que leí fue “La tempestad”, de Juan Manuel de Prada. Me atrajo el escenario: la bella Venecia, y el tema: un lienzo que albergaba misterios en su paisaje de óleo». Ella, reconoce, creció en «una casa que parecía una biblioteca. Mi padre colecciona­ba los Premios Planeta de todos los años, así que de niña me dormía viendo los lomos de las novelas premiadas: ‘‘Yo, el rey’,’ con un retrato goyesco de Pepe Botella; ‘‘En busca del unicornio’,’ cuya cubierta decoraba un hermoso tapiz, o ‘‘Los mares del sur’’, ilustrado con un Gauguin de maoríes pensativas». Por eso confiesa que «cada cinco años, cuando en la ceremonia de los galardones se repasan todos los libros premiados, juego a adivinar las portadas. Es mi homenaje a la primera biblioteca que habité». Para Manuel Vilas, el Planeta hay que mirarlo no solamente por la cuantía que supone hoy. También por el recorrido que ya acaudala a sus espaldas, siete décadas en total. Algo que permite observar con perspectiv­a el cuadro que forma toda la galería de escritores que engrosan la nómina de premiados. «Hay que tener en cuenta que supuso un hito en nuestro país. ¿Cuántas personas antes de la Guerra Civil se podían permitir el lujo de comprar libros? Yo recuerdo que he tenido los clásicos de la literatura publicados por este sello. Gracias a Planeta y a su premio se consolidó la cultura en la clase media española. Algo esencial para su evolución y fundamenta­l para la cultura de nuestro país».

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Manuel Vilas (izda.), Dolores Redondo y Javier Sierra, ayer, en Barcelona
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ALBERTO R. ROLDÁN
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Ayanta Barilli, Cristina López Barrio, Javier Moro y Marcos Chicot
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La escritora vitoriana Eva García Sáenz de Urturi

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