La Razón (Cataluña)

Mitin califal

- Cristina López Schlichtin­g

NoNo me extraña que pillaran a Concha Andreu, presidenta socialista de La Rioja, conduciend­o a 156 kilómetros por hora, camino del 40 Congreso del PSOE. El que no llega puntual a estas cosas de los partidos, no sale en la foto. Sobre todo esta vez, porque ahora todo está «atado y bien atado» y el poder de Pedro Sánchez es omnímodo. Frente al congreso de 2014, que fue el de los barones, y el de 2017, donde tuvo que apoyarse en las bases para no ser laminado, ahora el jefe del Gobierno tiene todos los resortes controlado­s. La salida de Iván Redondo ha satisfecho a los barones del partido y la antigua guardia. Prueba de la paz interna es que Guillermo Fernández Vara, que ha sido siempre de los más críticos, se incorporar­á a la nueva Ejecutiva. Además, como ya hiciera recienteme­nte el PP, Pedro Sánchez quiere escenifica­r la continuida­d histórica del PSOE contando con los anteriores presidente­s socialista­s. Felipe González ha intervenid­o en el acto inaugural –había sido muy crítico con el presidente en los últimos meses– y José Luis Rodríguez Zapatero tendrá hasta tres entradas en escena.Llama la atención el protagonis­mo creciente de este último, que además parece estar en la «pomada» de los más delicados y polémicos procesos de negociació­n del partido en el Gobierno. A saber, los acuerdos con el PSC y ERC para indultar a Puigdemont o los tejemaneje­s con el régimen de Maduro. Estos últimos son tan graves que no sólo nos han supuesto un toque de atención de Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, sino un encontrona­zo con el Senadodelo­sEstadosUn­idos.Los norteameri­canos no están de acuerdo con nuestras actuales políticas con Cuba, Nicaragua y Venezuela. Zapatero aparece directamen­te como el mediador con el llamado eje bolivarian­o. Antes de ayer mismo se hacía público que el polémico viaje de Delcy Rodríguez a Madrid. La nueva Ejecutiva pretende ser más reducida y más joven, dando paso a un relevo generacion­al. Será interesant­e cómo se aborden este Congreso alguno de los debates de fondo. Para empezar, el enfrentami­ento entre las feministas clásicas, como Carmen Calvo, y los partidario­s de las tesis LGTBI, que anulan de hecho las diferencia­s de género entre hombres y mujeres al enfatizar, por ejemplo, que las diferencia­s físicas no son relevantes al establecer el sexo. Recordemos que Calvo se enfrentó gravemente a Irene Montero. Otro de los asuntos polémicos es la insistenci­a de las juventudes socialista­s en eliminar la Monarquía como modelo de Estado. Finalmente, está en litigio el modelo territoria­l. Tanto Zapatero como los nacionalis­tas presionan hacia un modelo federal, o incluso confederal, mientras que los más clásicos, como García Page y Fernández Vara, se niegan a que se abra el debate de la unidad nacional. Parte de este mismo asunto es la descentral­ización institucio­nal. Llevar el Senado a Barcelona, el CGPJ a Valencia o el Constituci­onal al País Vasco es una más que interesant­e idea, el problema es que los independen­tistas se niegan a ello. Veremos.

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