La Virreina analiza el «valor simbólico» de la imagen
► La exposición combina reflexiones sobre arquitectura, experimentos sociales y sensacionalismo
LaLa Virreina Centre de la Imatge de Barcelona analiza los «usos, las condiciones y el valor simbólico e ideológico de las imágenes en la contemporaneidad» con un tríptico expositivo de los fotógrafos Guido Guidi, Adrià Julià y Joan Fontcuberta que se abre este viernes. El director del equipamiento, Valentín Roma, ha afirmado en un encuentro con medios que las tres muestras apuntalan su desacuerdo con la premisa de que se está roedado de «imágenes que cada vez significan menos, que tienen menos capacidad de impactar»; un diagnóstico que considera pijo y elitista -en sus palabras-. La primera exposición, «Da zero» del fotógrafo italiano Guido Guidi, es una retrospectiva con más de 250 fotografías que repasa su trayectoria, desde que empezara a hacer fotos con 15 años hasta el interés en su madurez por la arquitectura y los lugares «desatendidos», según la definición usada por la comisaria Marta Dahó. Así, se repasa su búsqueda iniciática de una «relectura crítica» del «instante decisivo» acuñado por Henri Cartier-Bresson, sus exploraciones de fachadas o el proyecto que realizó a lo largo de una antigua vía de pelegrinación entre San Petersburgo (Rusia) y Santiago de Compostela. Según Dahó, Guidi no buscaba una fotografía social, periodística o arquitectónica en sus sentidos clásicos, sino que su trabajo era «procesal» y demuestra que la sensibilidad hacia los paisajes anónimos, abandonados o libres de connotaciones estéticas -como en la exposición New Topographics en Estados Unidos- también estaba presente en Europa durante los años 70. La segunda retrospectiva que se presenta es la del artista barcelonés Adrià Julià, que reúne varios proyectos, desde 2006, que demuestran su forma de trabajar con una «base de investigación, un súper rigor y una forma de presentación muy particular», según Roma. Julià, en un recorrido por las salas, ha ido explicando los orígenes de cada proyecto, como el que le llevó a recuperar una película dañada que encontró sobre la guerra de Corea; un fotograma de gran formato elaborado con una técnica que usa oro y orines que va rotando a una velocidad imperceptible; o una reelaboración de las pintadas vandálicas sobre las obras románicas del MNAC. Sus instalaciones a menudo yuxtaponen formatos, incluyendo proyecciones de vídeo, fotografías, artes plásticas, objetos y la propia moqueta de las salas -recuperada de una sala de cine-para reflexionar sobre temas como la espectacularización de la violencia, la colonización, la inmigración o los experimentos sociales. En la tercera exposición, y la más breve, el fotógrafo Joan Fontcuberta discute el criterio planteado por el teórico francés Roland Barthes, según el cual toda fotografía indica que «esto-hasido» («ça-a-eté»), lo que fundamenta su sentido documental. Según Fontcuberta, hace falta superar esta idea y preguntarse más bien qué ha pasado; este desafío a Barthes supone, según él, «matar el padre en el sentido freudiano», porque es un teórico ampliamente citado en los círculos fotográficos. Para suscitar esta reflexión, el artista expone fotografías del archivo de la extinta revista de sucesos mexicana ‘Alerta,’ que muestran agujeros de bala, heridas o cicatrices, y observó que en las imágenes siempre hay manos señalando con el índice hacia lo más relevante o truculento para que el lector centrara su atención, lo que le hizo reflexionar que se trata, en realidad, de escenificaciones. La segunda retrospectiva que se presenta es la del artista barcelonés Adrià Julià, que reúne varios proyectos, desde 2006, que demuestran su forma de trabajar con una «base de investigación, un súper rigor y una forma de presentación muy particular», según Roma.