La Razón (Cataluña)

La consagraci­ón del sanchismo

- Francisco Marhuenda

HeHe de reconocer que los congresos destinados a la apoteosis del líder me resultan entrañable­s. Las primarias han servido para acabar con los barones, que quedan como meros figurantes, y todos los cargos del partido se someten dócilmente a los deseos del secretario general del PSOE. No es necesario pactar ningún órgano de gobierno, porque la legitimida­d viene de las bases e incluso se puede cambiar de compañeros de viaje sin ningún problema. Los que hace unos años le resultaron imprescind­ibles son ahora rémoras prescindib­les. Es lo que hizo en el gobierno y toca hacer en el partido. El sistema tradiciona­l exigía unos ciertos equilibrio­s internos para sumar los votos de los delegados mientras que las primarias hacen que estén obligados a asumir la voluntad de Sánchez, que es el secretario general con más poder de la historia del PSOE. Este congreso es la consagraci­ón del sanchismo, al que le queda, a diferencia de lo que piensa el centro derecha, mucha vida por delante. Tiene más de dos años para poner a tope la máquina propagandí­stica y cuenta con todo el poder que representa La Moncloa.

Los congresos no sirven para nada. Es un parque de atraccione­s del partido, donde los asistentes pueden compadrear con los principale­s dirigentes, escuchar sus soflamas y ver al líder, aunque algunos afortunado­s podrán estrecharl­e la mano o, incluso, abrazarle. Como es normal, sin ningún atisbo de autocrític­a, los ministros pegarán su rollo entre los encendidos aplausos de los militantes. Tendrán la oportunida­d de hacer miles de fotos con los teléfonos móviles para luego enseñarlas a amigos y familiares. Es un ritual agradable, como hizo el PP hace unos días, porque los seguidores regresan a casa llenos de moral de victoria. No sucederá lo mismo con los sacrificad­os en el altar del sanchismo, porque quedarán relegados y no tendrán la suerte de sentarse en la ejecutiva federal. Es posible que alguno reciba un irrelevant­e premio de consolació­n. Es muy duro pasar de subir al escenario a sentarte en una incómoda silla convertido en un militante con más pasado que futuro. Es el momento de la apoteosis triunfador­a, cuando el líder carismátic­o se une a los miembros electos entre los aplausos de un público que se levanta de sus sillas y lanza gritos de apoyo. Y al tercer día, Sánchez hablará.

«Los congresos no sirven para nada. Es un parque de atraccione­s del partido»

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