La Razón (Cataluña)

Adriana Lastra, ¿la nueva gurú del PSOE?

- Pedro Narváez

LaLa que fuera portavoz del PSOE todavía anhela un lugar en el mundo por más que Iván Redondo ya le canta «Espérame en el cielo», que es el lugar donde acaban los mártires. ¿Se cree Adriana Lastra que va a ser la nueva gurú, la mente que acierta a saber qué pieza de ajedrez hay que cobijar tres o cuatro movimiento­s antes de que lo haga el contrario? Adriana llegó al congreso del PSOE a soltar su charla sobre cruzar puentes, que vienen a ser en la lingüístic­a política como los pantanos de Franco. Harían falta un puñado de ingenieros si todos los puentes de los que hablan se construyer­an. Lastra quiere ser el PSOE post Redondo después del mensaje que le lanzó desde «Espejo público» el que fuera el hombre fuerte de Moncloa a la que culpaba de mantenerlo al margen de maniobras del partido, como la moción de censura de Murcia, pero en ese PSOE Lastra puede que no llegue a pasar de ser una «influencer» de las cazadoras vaqueras, que algo es algo. Hay quien ni eso.

Anoche me dormí viendo un programa sobre lo que llegan a cobrar los «influencer» y me pregunté por qué Dios no me dio el culo de Anabel Pantoja -«da para llevar una vida discreta, sin lujos», dijo sobre un trabajo que consiste en hacerse hacerse unas fotos y subirlas a Instagram, o el desparpajo de El Rubius.

Este PSOE del primer año después de Iván anhela hacer la guerra cantonal y quedarse cada vez con menos España, alquilándo­la de tal manera que entre hasta en la ley de vivienda, programand­o subidas y bajadas de financiaci­ón según esté de tensionado el mercado de la oposición. He ahí Madrid. La E de España se ha ido derritiend­o en un charco donde ya no hacen falta puentes porque no hay agua qué cruzar y si ha de hacerse ahí está el líder para que el mar se abra y nos engulla en un placentero tsunami.

Este es el comienzo, tal vez el final, de la jugada electoral que comenzará en breve. Un atril del que salen proclamas identitari­as que sueñan con convertirs­e en verdades oficiales -mujeres contra hombres, jóvenes frente a viejos- y que no arreglan los problemas de la gente corriente para los que la de la socialdemo­cracia, por más adjetivos que se impongan, solo tienen caridad. Limosnas en formar de bono. Sientan a unos pobres en su mesa en el banquete de las conciencia­s de clase. Y eso que sienten animadvers­ión por la Iglesia.

La gurú Adriana vio cómo el presidente se fundía en un abrazo con Felipe González, al que Lastra llamó anciano, escupiendo sobre una generación que, según la chica de las cazadoras vaqueras, no entendían la revolución del nuevo socialismo. Una visionaria.

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