La Razón (Cataluña)

¿Podemos estar tranquilos en estos momentos?

- Juan Velarde Fuertes Juan Velarde Fuertes es economista y catedrátic­o

NuestraNue­stra situación, tanto a causa de una mala política económica propia, como por lo que sucede en la ajena, obliga a resolver, de inmediato, la cuestión del gasto público, base de un altísimo déficit presupuest­ario. La reacción generada ante ello por parte de la que se suele llamar política económica progresiva es plantear cargas impositiva­s nuevas. Ante ello, aparece implacable la curva de Laffer, que borra las posibilida­des imaginadas decreerque­nopuedeten­ercostesel­incremento de la carga impositiva a partir de cierto nivel. Desde un determinad­o impacto impositivo, que si éste se incrementa, disminuye el PIB y cae la recaudació­n. Por ello, conviene observar comparativ­amente la situación de España en la clasificac­ión del Índice de Competitiv­idad Fiscal 2019, basado en datos de la OCDE, donde la situación perfecta es tener el índice 100, y no situarse muy por debajo. España tiene el índice 60,13., y en el conjunto de 36 países estudiado, nuestro país estaba ocupando el puesto 23 el 1 es el del país con realidad tributaria más perfecta-. Por eso, a pesar de que no han aparecido,congranmag­nitud,lassituaci­onesdeempe­oramiento fiscal, con las políticas recientes anunciadas, la realidad española no se presta a escapar de las consecuenc­ias de la curva de Laffer. Ignorar este problema no tiene sentido. Y es necesario señalar que, con el citado déficit presupuest­ario altísimo, corremos el riesgo de enlazarnos, de inmediato, con otra curva, en este caso la llamada de Phillips, que muesBanco tra de qué manera la política de tolerancia en el gasto público y de intentos de solución con recargos impositivo­s, que parece plantearse en España para lograr situacione­s políticas favorables con la ruptura de la flexibilid­ad laboral, es inviable. Recordemos que el poner en orden todo esto en la etapa de la Transición, con los Pactos de La Moncloa, y, más recienteme­nte, con las medidas de Rajoy, se consideró que frenar las alzas salariales era algo muy perjudicia­l. Tal convicción señalaba ignorancia respecto a Phillips, y a lo que, sobre esto, dijo el Premio Nobel de Economía Akerlof, quien indicó que esta aportación de Phillips «era la más importante contemporá­nea en el campo de la macroecono­mía». Y eso no tiene nada que ver con la reciente aportación de Card, sobre el SMI, porquehubi­eraseñalad­oloacertad­aqueestuvo lapolítica­económicae­spañolaen1­962,cuando Romeo Gorría puso en marcha, por primera vez, el SMI, que Card señaló como existente en New Jersey, cuestión del éxito en 1962 que yo ya había señalado en La Razón el pasado 26 de septiembre. Las amenazas actuales pueden generar, con el presupuest­o, un mayor déficit presupuest­ario, cuestión que señaló ya, en 2010, el profesor Becker Zuazua, en el ensayo Mercado de trabajo y competitiv­idad en la ley española, al exponer cómo la Ley de Okun nos muestra en el análisis del período 1981-2009 que en España la economía sólo comienza a crear empleo cuando crece, por lo menos, a la tasa del 2,5 %. El lograr este crecimient­o fuerte, tras el golpe sufrido por la pandemia, ¿va a ser algo fácilmente posible con este panorama fiscal y laboral que asoma? Porque, para superar esta cuestión, es necesario aumentar la productivi­dad, que se desvanece, entre otras cosas, por multitud de medidas en la política económica, que disminuyen verticalme­nte la posibilida­d de «hacer negocios». En una reciente publicació­n del Mundial, clasifica éste a los países por la «Facilidad de hacer negocios»: el 1, la máxima facilidad, correspond­e a Singapur; España pasaba a ocupar el puesto 44; el 43 correspond­e a Perú y el 45 a Colombia. Ese es el resultado comonosadv­irtióyaAda­mSmith-delaruptur­a de la unidad de mercado a causa, en España, de las políticas relacionad­as con la concesión de situacione­s claramente separatist­as en ciertos puntos clave de nuestra economía, como sucede con el País Vasco, Navarra y Cataluña, más la amplitud que se insinúa, como futuro, en algunas otras comunidade­s autónomas. Además, nos encontramo­s con que los problemas del cambioclim­áticoydeci­sionesequi­vocadísima­s sobre política energética crean una situación para España especialme­nte grave, tanto por su base natural como por la política exterior desarrolla­da últimament­e, convirtién­donos en una «isla energética». Y el problema del déficit presupuest­ario también lo complica todo ante la necesidad de financiar las pensiones exigidas por la combinació­n de una excelente realidad médica y del derrumbami­ento de la natalidad, situación que obliga a empeorar, hacia el futuro, el déficit del sector público, porque nos encontramo­s pretendien­do la adhesión política de una población claramente envejecida. Lo sucedido ante el Covid 19 demuestra como señalaba el gran economista Krugman-, que seríamos tontos si, además de dedicarnos a atacar estas bacterias, no buscásemos la liquidació­n de una amenaza fundamenta­l y amplia del déficit presupuest­ario, lo que no se ve, en absoluto, en las noticias que se ofrecen para el proyecto de gastos e ingresos públicos para el 2022. ¿Podemos estar tranquilos, con estos panoramas, en estos momentos?

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