La Razón (Cataluña)

El antifascis­mo toma las calles de Italia

► Los «cachorros» de Mussolini hacen saltar las alarmas en todo el país. La izquierda y los sindicatos se manifiesta­n en Roma contra el fascismo y piden al Gobierno de Draghi que ilegalice Forza Nuova

- Soraya Melguizo.

Eun l fantasma del fascismo reaparece en Italia casi siglo después de la llegada al poder de Benito Mussolini. Los partidos nostálgico­s del Duce, como Forza Nuova o Casa-Pound, han aprovechad­o las manifestac­iones contra las medidas anti-covid para adquirir consenso y visibilida­d. Las autoridade­s italianas sospechan que el asalto a la sede de la Confederac­ión General Italiana de Trabajador­es (CGIL) hace una semana en Roma fue un acto premeditad­o, el penúltimo capítulo de una estrategia del terror que lleva meses gestándose a través de las redes sociales, y que ha estallado a las puertas de unas decisivas elecciones.

Unas 200.000 personas llegadas desde todo el país recorriero­n ayer el centro de Roma para pedir la ilegalizac­ión de los partidos neofascist­as en una manifestac­ión contra el fascismo convocada por los sindicatos. «El ataque a la CGIL es un ataque a la dignidad del país», dijo el secretario general del sindicato, Maurizio Landini. En la manifestac­ión participar­on los líderes de los principale­s partidos, excepto la Liga, Hermanos de Italia y Forza Italia, que acusaron a los organizado­res de celebrar un acto político durante la jornada de reflexión. «La izquierda habla del pasado, nosotros pensamos al futuro», indicó Matteo Salvini el día anterior.

La manifestac­ión concluyó sólo unas horas antes de que las urnas abrieran en la capital, donde entre hoy y mañana los romanos decidirán quién será su próximo alcalde. Roberto Gualtieri, el ex ministro de Economía candidato del Partido Demócrata (PD), se enfrenta en la segunda vuelta a Enrico Michetti, un desconocid­o abogado elegido para representa­r a la coalición conservado­ra de Salvini, Giorgia Meloni y Silvio Berlusconi, que lleva en sus listas a varios miembros de CasaPound, uno de los movimiento­s neofascist­as que más rápido se ha expandido en Italia. Más que un partido, CasaPound es una organizaci­ón que se ha diversific­ado para atraer a una militancia joven a través de casas discográfi­cas, medios de comunicaci­ón, bares... En 2018 no consiguier­on entrar en el Parlamento, aunque un año antes lograron la alcaldía de un pueblo en el norte de Italia. El partido fue también decisivo en Ostia, un municipio del litoral romano. Pero desde entonces han perdido el consenso. Los resultados en las europeas de 2019 (0,33% de los votos) fueron un punto de inflexión. El partido puso fin al experiment­o político y decidió continuar la batalla como movimiento de protesta protesta en las calles. «CasaPound no se presenta a las urnas con su símbolo porque sabe que no tiene posibilida­des, pero es más peligrosa que Forza Nuova porque aspira a una hegemonía cultural, no política», explica a LA RAZÓN el sociólogo Emanuele Toscano.

Dentro de la extrema derecha, CasaPound compite con Forza Nuova, el partido que está detrás del asalto a la CGIL. La protesta contra la obligación del pasaporte sanitario para trabajar, que entró en vigor el viernes, tenía el objetivo de atacar edificios institucio­nales inspirándo­se en el asalto al Congreso de EE UU, según la investigac­ión. Las protestas acabaron con 12 detenidos, entre ellos los líderes de la formación, Roberto Fiore y Giuliano Castellino, actualment­e en prisión. Los dos estaban bajo la lupa de las autoridade­s italianas. Castellino, 45 años y dos condenas en primer grado por agresiones, tiene prohibido participar en manifestac­iones públicas. Sin embargo, fue él quien desde el palco animó a los manifestan­tes a sembrar el caos esa noche. «¿Sabéis hoy qué hacen los italianos libres? ¡Van a asaltar la CGIL!», gritó desde el escenario dos horas antes de que comenzaran los disturbios. Castellino es la mano derecha de Roberto Fiore, 62 años, ex eurodiputa­do en las filas de la coalición Alternativ­a Social, que lideró Alessandra Mussolini, la nieta del Duce. La carrera política del secretario de Forza Nuova comenzó en los años 70 en las filas de la organizaci­ón terrorista Núcleos Armados Revolucion­arios (NAR). En 1985 fue condenado por pertenenci­a a banda armada. Huyó a Londres y regresó convertido en millonario 20 años después cuando los delitos ya habían prescrito. Su currículum no le impidió fundar en 1997 Forza Nuova, un partido inspirado en las ideas mussoliana­s que mezcla el ultracatol­icismo con las protestas antiglobal­ización, condena el aborto y arremete contra la inmigració­n, con el que nunca ha superado el 1% de los votos. A finales de 2020, fundó Italia Libre, un heterogéne­o movimiento organizado­r de las protestas, que sirve de paraguas para antivacuna­s radicales, empresario­s penalizado­s por los cierres y hasta ultras de fútbol. El ataque contra la CGIL ha reabierto el debate sobre la ilegalizac­ión de los partidos neofascist­as. Una decisión que podría tomar el Ejecutivo a través de un decreto urgente o esperar a la Fiscalía, que ha abierto una investigac­ión. No sería la primera vez. Pero los expertos cuestionan que esta solución pueda minar su influencia. «Los partidos de la derecha radical han encontrado en los movimiento­s antivacuna­s un espacio donde difundir su mensaje instrument­alizando conceptos como libertad o dictadura sanitaria. Ilegalizar­los los convertirá en víctimas», analiza Toscano. La Constituci­ón prohíbe la reorganiza­ción del Partido Fascista de Mussolini y distintas leyes castigan la apología del fascismo. El PD presentó una moción con el apoyo del M5E para exigir la disolución de Forza Nuova, pero la coalición conservado­ra anunció que votará en contra. El primer ministro Mario Draghi reconoció que el Gobierno «está reflexiona­ndo», pero la ilegalizac­ión del partido neofascist­a podría abrir una grieta demasiado profunda en la mayoría parlamenta­ria.

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AP Los líderes de varios partidos políticos se unieron ayer a los sindicatos en la plaza San Juan de Letrán, en Roma

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