La Razón (Cataluña)

Facebookga­te

► Las contradicc­iones entre el discurso público de Mark Zuckerberg y las irregulari­dades denunciada­s por sus ex empleados amenazan la credibilid­ad del titán estadounid­ense y ponen en peligro su futuro brillante

- Rocío Colomer

EsteEste año no iba a ser fácil para Facebook, pero ha sido peor. 2021 empezó con el asalto al Capitolio, la casa de la democracia de Estados Unidos y, por extensión, del resto del mundo libre. Debería haberse visto venir. Después de todo, en abril de 2020, civiles armados habían irrumpido en el Congreso de Míchigan para reventar el debate sobre la extensión del confinamie­nto. Facebook fue acusado de ser una plataforma de movilizaci­ón del colectivo negacionis­ta y un formidable canal de transmisió­n de las dañinas teorías de la conspiraci­ón sobre el covid-19. EE UU no era un caso aislado. Facebook había sido señalado antes por agitar las turbas antirohing­ya en Indonesia o la ola de violencia contra los musulmanes en Sri Lanka.

El ex analista de Facebook en cuestiones de política pública y privacidad, Dipayan Ghosh, escribió un duro artículo en «Foreign Policy» acusando a Zuckerberg de no hacer nada. El que fuera asesor del presidente Barack Obama en política económica y tecnología denunció que detrás de la defensa de la compañía de la sacrosanta «libertad de expresión» se ocultaban los intereses corporativ­os de la compañía. Ghosh alertaba de que la creación en 2019 de la Junta de Supervisió­n, un organismo externo a Facebook encargado de redactar la política de los contenidos de la red social, estaba destinado al fracaso. En septiembre, «Wall Street Journal» asestó un duro golpe a la tecnológic­a al publicar una serie de documentos internos que revelan que el grupo es consciente de los problemas que causan su galaxia de aplicacion­es. El titán estadounid­ense tiene una legión de investigad­ores que analizan de forma exhaustiva el contenido de las plataforma­s. Las indagacion­es se comparten en un lenguaje encriptado. Las más alarmantes suben en la jerarquía y llegan hasta el propio Mark Zuckerberg. Y aquí está el drama. Pese a las alertas nada o casi nada cambia. ¿Por qué?

La filtradora de estos documentos internos, Frances Haugen, salió finalmente a la luz y compareció la semana pasada en el Senado de Estados Unidos. La ex empleada de la red social asegura que Facebook no actúa por dos razones. Primera, por el miedo a perder la adhesión de sus usuarios con la aplicación. La compañía observó con preocupaci­ón que las medidas correctora­s para identifica­r las «fake news» reducían la actividad de los usuarios. Y eso liga con la segunda razón: el miedo a que una menor actividad rebaje el nivel de los ingresos. Haugen no titubeó al acusar a Facebook de anteponer los beneficios económicos al bienestar de los usuarios y de ser un peligro para la democracia.

El gigante de Menlo Park recibe palos por todas partes. Facebook presentó un balance financiero asombroso a principios de año. Los ingresos netos, de 9.500 millones de dólares, se duplicaron. Todos los días se conectan 2.700 millones a alguna de sus antenas: Facebook, Instagram, Messenger o Whatsapp. Pero los informes publicados por «The Wall Street Journal» advertían de un desproporc­ionado crecimient­o de la compañía en los países en vías de desarrollo. Tres cuartas

Los abusos suben en la jerarquía y llegan hasta Zuckerberg, pero luego no hace nada

La recopilaci­ón masiva de datos personales crea desconfian­za entre los jóvenes de EE UU

partes de los usuarios de redes sociales viven ahora en Asia, África y América Latina. A su vez, Haugen reveló en el Senado que Facebook está perdiendo audiencia en EE UU y Europa. Sobre todo entre los más jóvenes. La ex empleada asegura que proyeccion­es internas advierten de una caída del 45% de los usuarios estadounid­enses en los próximos dos años, si se mantiene la tendencia actual. La ocultación de estos datos a los anunciante­s puede provocar un daño todavía mayor a la compañía. El secretismo es una mala elección.

La caída de los usuarios en Occidente está muy relacionad­a con la pérdida de confianza de los usuarios. El motor financiero del titán tecnológic­o consiste en la captura masiva de datos personales y de comportami­ento para crear perfiles de márketing y mostrar publicidad adaptada a los usuarios. Pero este modelo está cada vez más comprometi­do con los recientes escándalos y la exigencia, cada vez mayor, a una protección de la privacidad de sus clientes. Todo esto ha aumentado el apetito para regular las redes sociales. La economía de mercado es un pilar de nuestras sociedades abiertas, pero esta libertad no puede entrar en colisión con la democracia.

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