La Razón (Cataluña)

Realojados con lo puesto... y las fotos familiares

► Caravanas, cuarteles, casas de familiares o amigos, el refugio de los desahuciad­os

- Andrea Pérez.

ApuntoApun­to de rozar las cuatro semanas de una pesadilla que parece que aún no llega a su fin, más de 7.000 personas se han visto obligadas a abandonar a sus espaldas aquello por lo que un ser humano lucha exhaustiva­mente durante gran parte de su vida por construir y afianzar: su hogar. El 19 de septiembre a las 15:20 horas muchos como José Francisco se encontraba­n comiendo en el salón de su casa, que horas más tarde sería arrasada por la lava. Él y su familia contemplab­an pasmados cómo de una llanura salía un penacho incesante de humo, considerán­dose incluso afortunado­s por poder apreciar el acontecimi­ento desde la ventana de su casa sin casi necesidad de prestarle atención a las imágenes que todas las cadenas de televisión estaban plasmando. Horas más tarde, todo ese entusiasmo provenient­e de la cercanía al fenómeno se esfumaba cuando una patrulla de la Guardia Civil gritaba a golpe de megáfono que tenían que desalojar urgentemen­te su vivienda ya que las primeras coladas de lava llevaban una clara dirección hacia su hogar. «Nos pidieron coger las pertenenci­as más necesarias y que con suerte podríamos volver a por más cosas el día siguiente, pero que todo dependería de la velocidad de la lava». ¿Y cuáles son las pertenenci­as más necesarias? «Las escrituras de la casa, teléfonos móviles y fotografía­s», respondió José Francisco. Fotografía­s. Muchos de los testimonio­s de los primeros desalojado­s coinciden en que salían con lo puesto y un manojo de fotografía­s familiares. En algún momento creían que regresaría­n.

José Francisco narra que a pesar de lo que se cuenta, la coordinaci­ón de todos fue clave para que él y su familia pudieran ser reubicados rápidament­e: «Una vez llegamos al punto de encuentro donde estaban el resto de personas evacuadas pasamos una especie de triaje en el que nos realizaban preguntas como si teníamos otra casa, algún familiar con disponibil­idad de acogida o amigos o algún sitio a donde ir. Si la respuesta era no, automática­mente te destinaban al Acuartelam­iento El Fuerte, donde te alojaban temporalme­nte hasta que pudieras ser reubicado. Afortunada­mente, la familia de mi mujer tenía una casa por una zona alejada en Los Llanos y hemos estado ahí desde entonces». Otros, como Berto, cocinero de un restaurant­e muy conocido de la zona, han preferido realojarse en el parking de caravanas habilitado por el Cabildo de La Palma. «Aquí estamos bien, mi mujer y yo. Prefiero estar aquí, rodeado con otras personas que también conocemos que en otro lugar o en otra casa», asegura. «El día de la erupción me encontraba trabajando en el restaurant­e. Había un revuelo increíble entre policías, bomberos, y muchísimas personas por la zona. Ya se sabía lo que iba a ocurrir. Además, llevábamos varios días sintiendo terremotos. Era algo evidente». Berto narra que «gracias a Dios» él aún no ha perdido su casa, pero quién sabe, no se puede hablar con certeza hasta que esta tragedia no pare». Desde hace varios días, el parking de autocarava­nas ya cuenta con luz y agua, elementos esenciales para quienes han decidido realojarse en este lugar hasta que pase la tormenta. Allí, todos han hecho una gran piña: desayunan, almuerzan e incluso cenan juntos, como una gran familia. Al final, el parking de caravanas se ha convertido en un barrio improvisad­o donde los mayores toman café por la tarde y los niños corretean de un lado a otro. Eso sí, ninguno de los habitantes de este barrio improvisad­o pueden alejarse de los temibles rugidos del volcán, presentes día y noche en la vida de todas las personas del Valle.

Este acontecimi­ento no ha dejado a ningún vecino de Aridane intacto, desde el más afortunado al menos. Un policía local de la zona, que se encuentra desalojado, contaba que su casa, situada al sur del cono volcánico, por el momento está intacta, pero «no se sabe qué va a pasar» y que ahora se encuentra viviendo en una segunda residencia. El policía contaba que «el día que paró el volcán volví a mi casa a recoger unas cosas y me senté en la terraza, los pájaros cantaban y se respiraba una paz que no había sentido desde hace días. Luego, al mediodía, el monstruo volvió a despertar y volvimos a adentrarno­s en una pesadilla que a día de hoy no acabado».

De las más de 7.000 personas desalojada­s de sus hogares, 320 se encuentran en un hotel situado al sur de la isla, en el municipio de Fuencalien­te. Allí, hay personas que no han encontrado lugar donde alojarse, ya sea de familia o amigos. Una de ellas, que prefiere mantenerse en el anonimato, comentaba que cuando la desalojaro­n de «su casa de toda la vida» fue a vivir a la de una amiga, en el norte de la isla, pero con el paso de los días y la incertidum­bre de no saber cuánto iba a durar la erupción, erupción, a riesgo de «parecer una aprovechad­a por la hospitalid­ad de mi amiga, me vine al hotel que nos han acondicion­ado, donde sabía que iban a tener un lugar para mí y no molestaría a nadie».

Visitar la zona afectada del Valle de Aridane te deja una herida en el corazón, sobre todo para cualquier palmero. Lo que antes se divisaba como una llanura de verde predominan­te donde miles de pequeñas casitas respiraban paz, hoy es un paisaje desolador pintado de negro y rojo. Desde un pequeño mirador al lado de una iglesia en la zona de Tajuya, varios turistas y vecinos acuden para tener una vista panorámica del volcán y del destrozo que está provocando. Una vecina, cuya casa ya está destruida y de la

que solo se conserva el tejado, regresa diariament­e a este mirador acompañada por unos prismático­s para comprobar que su tejado, al menos, se mantiene intacto. Los desalojos en el Valle de Aridane se han vivido con una intensidad y tristeza enorme. Una de las personas desalojada­s que hoy se encuentra viviendo en otra residencia y prefiere no decir su nombre, denunciaba el poco tacto que han tenido muchos medios de comunicaci­ón intentando plasmar y fotografia­r «un momento tan delicado e indigno de nuestra vida solo para buscar audiencia. Esto es una desgracia, y es fundamenta­l el respeto a la dignidad de las personas que estamos siendo evacuados de los hogares donde hemos sido criados

«No quise parecer una

aprovechad­a por la

hospitalid­ad de mi

amiga y vine al hotel

que acondicion­aron»

«Es fundamenta­l

el respeto a la dignidad

de las personas que

hemos sido evacuados

de nuestro hogar»

sin saber si volveremos a estar en ellos algún día. Es denigrante». Las pautas a seguir en los planes de evacuación del Cabildo fueron claras desde el principio, según muchos de los desalojado­s. En el momento de las evacuacion­es sabían a donde tenían que ir y si el estado de shock no les dejaba reaccionar, agentes policiales guiaban a esas personas hacia el destino previsto. Así, hay palmeros evacuados en segundas residencia­s, casas de familiares o amigos, parking de caravanas o en el hotel habilitado para aquellos donde no tenían a donde ir. También, entre los miles de evacuados, se encuentra un pequeño porcentaje que ha decidido irse a las islas vecinas de Tenerife o Gran Canaria. A un nuevo hogar.

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Al dejar sus casas por la lava cogieron lo principal: los recuerdos familiares

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