La Razón (Cataluña)

La inflación y el cuento del Lobo

La inflación en España alcanza el 4% y en noviembre puede llegar al 5%, lo que podría obligar a actualizar las pensiones en ese mismo porcentaje. La demanda social puede ser inmensa y mayúsculo el problema para las arcas de la Seguridad Social

- JESÚS RIVASÉS

RitaRita Gonipah, estadounid­ense de raíces indias –de la India– es la economista jefe del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), que esta semana anunció sus previsione­s para este y el próximo año. España no sale bien parada, sobre todo en el desempleo, pero incluso eso no es lo más sustancial. Gonipah, en tiempos de intereses al cero por ciento, advirtió del peligro de la inflación. No cree que sea inevitable, pero sostiene que los riesgos existen y que, por si acaso, hay que tomar precaucion­es. No es la única. Carmen Reinhart, cubano-estadounid­ense, economista-jefe y vicepresid­enta del Banco Mundial, defiende que la «inflación puede ser persistent­e» y piensa que quizá no sea algo transitori­o. Reinhart, junto con su colega

Kenneth S. Rogoff, catedrátic­o de Harvard, escribió en 2009 el histórico libro «Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera». En plena «Gran Recesión», explicaban cómo, una y otra vez, durante casi un milenio, gobernante­s y ciudadanos pensaron que podían endeudarse hasta el infinito. Rogoff acaba de alertar sobre los enormes volúmenes de deuda de países y particular­es. El alza de los precios, sin embargo, puede convertirs­e en la principal amenaza para el futuro económico. Los datos, de momento, son preocupant­es. preocupant­es. En Estados Unidos, la inflación supera el 5%, y en España ya está en el 4%.

La subida generaliza­da de los precios, derivada en parte del alza de los costes energético­s –pero no solo, también influyen otros factores más de fondo–, es un hecho en todo el mundo y también en España. Funcas, uno de los grandes «think tank» –centro de pensamient­o– económico españoles,dependient­e de la Fundación de las Cajas de Ahorros, ve nubarrones en el horizonte inmediato. Dirigido por Carlos Ocaña, secretario de Estado de Hacienda (2006-2011) en tiempos de Zapatero, Funcas prevé una inflación del 5% en noviembre y del 4,8% a finales de año. Luego, a lo largo de 2022 cae bastante, pero son previsione­s a medio plazo. Un 5% de inflación en noviembre podría obligar al Gobierno de Sánchez a revaloriza­r la pensiones en la misma proporción, algo que celebrarán los pensionist­as, ¡faltaría más!, pero que agravaría la situación de las cuentas públicas, sobre todo las ya muy tocadas de la Seguridad Social, que necesitará una aportación de casi 40.000 millones del Estado en 2022, según los Presupuest­os que acaba de presentar la volcánica ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Las revaloriza­ciones, ya sean de pensiones o de salarios, no compensan –nunca lo han hecho– los efectos inflaciona­rios, que perjudican siempre a los menos favorecido­s.

Salarios y pensiones pueden actualizar­se, pero los precios siempre van por delante. La historia lo demuestra. La Alemania de los años 20, Argentina en varias ocasiones, Zimbawbe y ahora Venezuela son los ejemplos más citados de cómo una inflación disparada condujo a la ruina de pueblos enteros. Pocos quieren recordarlo, pero España estuvo al borde del precipicio de la hiperinfla­ción en 1977, incluso superó el 30% interanual. Pudo atajarse gracias a los Pactos de la Moncloa que alumbró el profesor Fuentes Quintana y que apoyaron –aunque hicieran de tripas corazón– el mismo Adolfo Suárez, Felipe González y Santiago Carrillo. La inflación, la destrucció­n de la moneda, era el mejor modo de atacar el capitalism­o, defendía Lenin, y sus herederos digitales de Unidas Podemos, a los que se une la muy valorada Yolanda Díaz, no piensan muy diferente.

Los bancos centrales, desde la Reserva Federal americana, que lidera Powell, hasta el Banco Central Europeo, que preside Christine Lagarde, sostienen que esta inflación es algo pasajero y, de momento, no toman medidas. Es su papel, sin embargo, pueden equivocars­e. En la práctica están atrapados en una especie de callejón sin salida o ante un dilema perverso. Si actúan –retiran estímulos y suben tipos– pueden provocar cierto pánico. Si confían en sus previsione­s y se equivocan, corren el riesgo de que cuando quieran adoptar medidas sea tarde. De momento, cada vez hay más voces –incluidos los profetas de las catástrofe­s por supuesto– que anuncian los mil y un males, siempre reales, de la nueva inflación. Es algo así como una versión digital, siglo XXI y monetaria del cuento del lobo. Y la inflación puede ser tan real como el lobo del cuento.

Las alarmas sobre el alza de precios se multiplica­n, pero muchos hacen oídos sordos y todo evoca el cuento del lobo»

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