La Razón (Cataluña)

Socialismo zapaterino

- Juan Ramón Rallo

Socialista­Habrá que concluir que uno puede ser socialista teniendo mucho

Socialista tiene a día de hoy dos potenciale­s acepciones. La acepción clásica, a saber, aquella persona partidaria de socializar los medios de producción ya sea a través del Estado o a través de una red de cooperativ­as; o la acepción más reciente, esto es, socialista como sinónimo de socialdemó­crata: aquella persona que, aceptando la economía de mercado (y, por tanto, la propiedad privada de los medios de producción), es a su vez partidaria de una fuerte acción intervenci­onista y redistribu­cionista por parte del Estado. Desde luego, ninguna de ambas acepciones presupone que los promotores del «socialismo» deban provenir de los estratos más humildes de la sociedad o que deban mantenerse anclados en la miseria: un rico podría ser partidario de socializar los medios de producción o de un Estado fuertement­e intervenci­onista en aras de una mayor igualdad (aunque sería deseable que, antes de querer experiment­ar sus ideas a una escala macroeconó­mica, probara a ponerlas microeconó­micamente en práctica a través de la socializac­ión o redistribu­ción de su fortuna personal). De hecho, los intelectua­les de todas las ideologías, también los de la socialista, suelen proceder de clases suficiente­mente acomodadas como para haber accedido a una educación superior y haber dispuesto de suficiente tiempo libre como para pensar o participar en movimiento­s políticos desde los que practicar un cierto agitprop. Ni Lenin ni Trostky, por ejemplo, procedían de clases proletaria­s, sino más bien de la misma burguesía que aspiraban a eliminar. De ahí que resulte especialme­nte ridículo que algunos líderes del PSOE sigan insistiend­o en que los cuadros del partido no sólo proceden típicament­e de los sectores más humildes de la sociedad, sino que a día de hoy siguen instalados en la pobreza. Así, por ejemplo, el ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, definió de esta manera el socialismo en el reciente congreso federal del PSOE: «Ser socialista es tener (normalment­e) muy poco y estar dispuesto a dar mucho». Pero, como es obvio, se puede ser socialista sin tener muy poco. El propio Zapatero es un claro ejemplo de ello: tan sólo su patrimonio inmobiliar­io declarado lo coloca entre el 5% más rico de la población española (y probableme­nte entre el 1% más rico). Por consiguien­te, y atendiendo a tan desafortun­ada (y demagoga) definición de socialismo, o bien él, que fue secretario general del PSOE, no puede ser calificado de socialista o, alternativ­amente, habrá que concluir que uno puede ser socialista teniendo mucho. ¿A qué viene semejante ejercicio de abierta manipulaci­ón de la realidad? Muy simple: las élites del PSOE necesitan vender ante los electores que forman parte de la misma clase social que la mayoría de ciudadanos y que, justamente por ello, comparten sus mismas aspiracion­es y experiment­an sus mismos problemas. Mas el legado de Zapatero, y de tantísimos otros socialista­s que prometiero­n dar mucho, fue un legado calamitoso para aquéllos a quienes decía querer proteger. Si a las personas se las debiera juzgar más por sus actos que por sus palabras, Zapatero ni tiene muy poco ni dio nada demasiado bueno. Quizá es que la etiqueta de socialista esté vacía de contenido o, más bien, que su contenido sea venenoso para la prosperida­d general de una sociedad.

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